viernes, 25 de enero de 2013

Terapias de la Gestalt. Aceptar el destino y enfrentar la adversidad


 Aceptar vivir lo que nos toca

Resiliencia es la capacidad para aceptar vivir lo que toca, enfrentar el dolor y   trascenderlo. Si hay algo que no podemos evitar es mejor enfrentarlo y no quedarnos atrapados en la queja - ¿por qué a mí? –  o en la actitud de víctimas –  no me lo merezco-.

Debemos encontrar las estrategias para salir adelante como lo describe Viktor Frankl,  desde su propia experiencia en un campo de concentración, en su obra El hombre en Busca de Sentido.

Una de las estrategias más importantes para enfrentar las adversidades que descubrió el Dr. Frankl fue la de   hallar un sentido a la vida y al sufrimiento. Es muy importante descubrir, como una experiencia dolorosa o traumática, puede convertirnos en una persona más fuerte, en un mejor ser humano o como, a partir de lo que hemos tenido que enfrentar, podemos ser capaces de apoyar o acompañar a otros seres humanos a enfrentar su propio dolor.

No se trata de buscar el dolor para sufrir y alcanzar el Reino de los Cielos, nada más lejos de eso. No tenemos que buscar las experiencias de dolor, es la vida la que nos la pone en frente. Cuando una persona “disfruta del dolor” estamos ante un masoquista, no un ser resiliente. Sin embargo, cuando no tenemos más remedio que enfrentar lo inevitable, entonces sí, debemos buscar la mejor manera de enfrentarlo de manera consciente y con  aceptación, responsabilidad y coraje.

Quién es resiliente

La resiliencia es una capacidad con la que todos nacemos pero debemos desarrollarla en todo momento. Nunca se llega a ser completamente resiliente, como algo ya hecho y terminado. Eso sería como haber encontrado la receta para enfrentarnos al dolor, lo cual es imposible. Nunca hay una experiencia idéntica a otra, cada experiencia implica una respuesta particular que se ajuste a dicha situación y sólo a ella.

Convertirse en “resiliente” es lo mismo que convertirse en “persona”,un proceso permanente, que nunca acaba, mientras tengamos vida.

Aceptar la presencia del dolor en la vida y sus efectos, es de las cosas que más me han hecho madurar. Sin embargo, nunca es una “prueba superada”, el riesgo de enfrentar al dolor pereciste y debemos estar siempre preparados y fortalecidos para enfrentarlo.

Lo primero que debemos aceptar, si queremos ser personalidades resilientes, es que el dolor es parte de la vida, así como el placer o la tristeza. Si lo negamos, evadimos o reprimimos, también nos cerramos a las experiencias agradables, es como estar anestesiado o muerto en vida. No es posible cerrarse sólo a las experiencias o sensaciones desagradables, si te niegas a sentirlas, pierdes también la oportunidad de sentir la felicidad, el placer y el amor.




Victor Frankl nos habla de su experiencia e estar “cruzado” con un destino distinto en a cada momento. Cuenta la ocasión en que su nombre estaba en la lista para el traslado de enfermos a un “campo de reposo” pues se necesitaban algunos médicos. Sin embargo, nadie creía que el lugar de destino fuera realmente un campo de reposo. Unas semanas atrás se había preparado un traslado similar y todos creyeron que los llevaban a la cámara de gas.

Cuando se anunció que quien se presentara voluntariamente al temido turno de la noche sería borrado de la lista, se ofrecieron de manera voluntaria, 28 prisioneros. Menos de media hora después se canceló el transporte para aquellos 28 prisioneros que habían quedado en la lista del turno nocturno y para ellos significó la muerte en menos de dos semanas.

Ahora, de nuevo, se disponía por segunda vez del transporte para el campo de reposo y no sabían si se trataba de una estratagema para llevarlos a una cámara de gas o a  un campo de reposo de verdad. El médico en jefe le dijo al Dr. Frankl que, si él quería, podía ordenar que se borrara su nombre de la lista de traslado. El Dr. Frankl le respondió “Eso no va conmigo, prefiero quedarme con mis amigos sea el destino que sea”. Él había aprendido a aceptar su destino, fuera el que fuera.

A la mañana siguiente el Dr. Frankl partió en el transporte en el que corría el peligro se der transportado a un destino fatal. Sin embargo, en esa ocasión no se trataba de un truco y de verdad fueron llevados a un campo de reposo. Los que se habían quedado en el campo intentando salvarse, lo que hicieron fue sellar su propio destino, pues en menos de dos semanas murieron de hambre.

Viktor Frankl nos relata entonces el cuento de Muerte en Teherán para ejemplificar el cómo, la mayoría de las veces, es imposible escapar del propio destino. El cuento dice así:

“En cierta ocasión, un persa rico y poderoso paseaba por el jardín con uno de sus criados, compungido éste porque acababa de encontrarse con la muerte, quien le había amenazado. Suplicaba a su amo para que le diera el caballo más veloz y así poder apresurarse y llegar a Teherán aquella misma noche. El amo accedió y el sirviente se alejó al galope. Al regresar a su casa el amo se encontró a la muerte y le preguntó: ¿Por qué has asustado y aterrorizado a mi criado?” “Yo no le he amenazado, sólo le mostré mi sorpresa al verle aquí cuando en mis planes estaba encontrarle esta noche en Teherán”, contestó la muerte.

Las dos caras del dolor

Las experiencias dolorosas y los traumas tienen dos caras: la pena por el dolor sufrido y el aprendizaje o el desarrollo que nos ofrecen. No queremos volver a repetir el sufrimiento, pero podemos agradecer lo que éste nos dejo como enseñanza.

Pienso que, una de las cosas que implican mayor reto para forjar una personalidad resiliente, es encontrar el sentido al dolor. Y creo que la causa de ello, es que la sociedad nos hace negarlo o calificarlo de malo: “no te quejes, “de todo te cansas”‘ “échale ganas”; “no es para tanto”; “ya no estés triste”, etc.

También está la otra cara de la moneda, los que se apegan al dolor y al sufrimiento creyendo que con eso alcanzarán el cielo, pero no se comprometen a salir de él, renuncian a crecer encontrándoles un sentido, un aprendizaje, utilizando el dolor como un medio de enseñar o apoyar a otros y se quedan en el papel de víctimas.



La personalidad resiliente es aquella que desarrolla las capacidades de la Resiliencia: optimismo, autoestima, sentido de vida, fe, creatividad, humor, etc. Tutor de Resiliencia, por otro lado, es aquel que brinda apoyo a aquellos que han sufrido un trauma o a cualquiera que sufre, para que desarrollen las capacidades de la personalidad resiliente. Creo que, para llegar a ser tutor, tienes que trabajar primero en tu ser resiliente.




Fuentes:

No hay comentarios:

Publicar un comentario