sábado, 10 de noviembre de 2012

El cine español conquista “Lo imposible”


Imposible es que una película con una décima parte del presupuesto de las grandes cintas Hollywoodenses  consiga una cifra record de 2.700.000 espectadores en dos fines de semana cuando eso de “gastarse el dinero en ir al cine” esta pasado de moda y mas con la subida del IVA. Imposible de creer es que tuvieran que atender a una espectadora en el estreno mareada de “saturación emocional”. Y es que estamos ante una superproducción altamente efectista. Imposible de creer es que en solo 11 días se convierta en el estreno más visto en nuestro país de todos los tiempos. Aún más imposible de creer es que se trate de un producto Español si no te lo dicen. Incluso para los propios españoles. Solo hay algo más imposible que todo esto y es la increíble y verdadera historia que subyace a una película a la que ya muchos pronostican un podio en el Olimpo de esas obras de arte que nunca mueren.


Lo imposible es el título de una superproducción cinematográfica española dirigida por el ahora “director español revelación” Juan Antonio Bayona. Aunque ya se hizo un hueco entre los mejores con El orfanato (2007) parece que este film apunta a convertirse en un taquillazo de otro planeta. Los titulares de “Bayona consigue lo imposible” se multiplican a velocidad de crucero. Estamos ante una película que no solo rompe los moldes del cine español y le juega un pulso “a las americanadas emocionales” sino que desmitifica de una vez por todas que en España las superproducciones no se estilan y grita en lo más alto que el arte y la cultura española no solo le ha echado un pulso al resto en el Olimpo del séptimo arte, sino que lo ha ganado. Y lo ha ganado con un presupuesto de 30 millones frente a los 200 habituales de las películas norteamericanas.






¿Dónde está el secreto del éxito?

Pongamos las cartas sobre la mesa. Cierto que no toda la financiación es española. Cierto que los costes de distribución recayeron sobre la estadounidense y todopoderosa Warner Bros. Cierto que los actores protagonistas son selectas estrellas de Hollywood; Naomi Watts y Ewan McGregor. Pero todo lo demás, el equipo y la industria de la película es 100% española. Y debemos enorgullecernos del éxito. Bayona rechazó un sinfín de buenas ofertas de fuera, decidió apostar por lo que él creía, aunque eso significará un menor presupuesto, decidió hacer las cosas a su manera sin depender de nadie y ganó. El apartado técnico esta de sobresaliente en la escena del tsunami (todo un espectáculo audiovisual) y en toda la película. Los planos, el movimiento, la producción, el maquillaje, los efectos especiales y el gran estandarte que significa el guión, con mención aparte para su autor; Sergio G.Sánchez, se fusionan para crear una de las películas que más “han llegado” al corazón de los más sensibles.

El film narra la historia real de un matrimonio español (interpretado por Naomi Watts y Ewan McGregor), y sus tres hijos, que comienzan sus vacaciones en Tailandia, pasando unos días en un complejo hotelero del paraíso tropical. Sin embargo, sus idílicas vacaciones quedan interrumpidas cuando un devastador tsunami arrasa con la zona costera, por lo que la familia queda separada y esto hace que se desencadene una frenética búsqueda.

La gente hace algo que ya estaba un poco olvidado “hablar y comentar la increíble película que ha visto”, la trasmisión boca-boca  viaja a la velocidad de la luz. La gente en la sala al terminar la película hizo algo que no veía desde hace mucho tiempo, cuando entonces el “cine” y su gran pantalla estaba mucho más valorado, al terminar la película, sorprendentemente, la gente aplaudió. La gente lloró, pero no solo de pena, sino también de alegría. Estamos ante una obra que te subsume en una montaña rusa emocional”, inteligentísimamente montada, usando unos artefactos psicológicos más que pensados con el único objetivo de empatizar con el espectador desde el minuto 1.

Y lo cierto es que, a mi juicio, lo consigue mejor que ningún otro precedente hasta ahora. Y lo consigue, como digo, en una época en la que el cine está de capa caída y lo consigue con una película, que paradójicamente, se siente igual en el cine que un pequeño televisor en blanco y negro. Porque es una de esas películas cuyo fuerte está más en lo que transmite que en cómo lo trasmite. Sin embargo hay algo que nos empuja a ir con más gente a verla a la gran pantalla, sentados junto a desconocidos, compartiendo una experiencia.

La clave de esa montaña rusa emocional, aunque resulte para muchos exagerado, es “cebarse” en el sufrimiento y el dolor más tangible y cercano .Una herida puede empatizar con las personas mucho más que una caída de un séptimo piso por la simple razón de que no todos nos hemos tirado “desde un séptimo” pero si todos hemos tenido heridas. Nuestra mente guarda un recuerdo de ese estímulo, nuestra mente asocia lo que vemos en la película con nuestras propias vivencias. Después, el espectador ya irreversiblemente en la piel de los personajes, también capta los sentimientos (no el dolor) del personaje como propios. Lo que viene a ser empatizar. Con la banda sonora de la saga de terror/horror Saw de fondo, Lo imposible, no se quedaría nada atrás en cuanto a “lo gore” que puede llegara  a ser. Pero está película no admite medias tintas, es “ñoña” y violenta a partes iguales.

El film se sirve de técnicas muy inteligentes; símbolos, asociaciones de objetos con personas para crear vínculos emocionales más eficaces en la memoria, para que nada se le pase por alto al espectador, incluso al más insensible.

Técnicas como las continuas carreras de los personajes de un punto a otro (punto que la escena nos invita a imaginar), o una pelota rodando de un punto a otro (que la escena nos obliga a imaginar).Es decir es suspense, es una constante invitación al espectador a crear sus propios esquemas mentales de la escena, una constante invitación a que el propio espectador sea el agente activo poniendo en marcha su imaginación y creando expectativas (tan ingenuas como humanas) que sin piedad nos destrozará el director segundos después.

Otro ejemplo (atención spoiler) de cómo empatizar se refleja en el momento en el que uno de los niños le da por ponerse a orinar y se enfoca la, bien conocida por todos, expresión facial de relajación del niño. Esto supone un bajón en esa montaña rusa emocional, de nuevo una expresión emocional básica y común a todos (jóvenes, viejos, mujeres, hombres, chinos, australianos…) para ponernos en la piel del personaje, para justo después ofrecernos la más emotiva de todas las escenas. Solo a alguien muy atrevido e  inteligente se le puede ocurrir la desfachatez artística de hacerle orinar a  uno de sus personajes antes de ponerle la guinda a la película. Solo alguien muy inteligente y que sabe muy bien que aunque las personas nos empeñemos en querer ser especiales y distintos hay ciertas cosas que nunca cambian y muchas otras que están cambiando, pero no deberían hacerlo. Porque aunque el mundo cambie nosotros seguimos siendo los mismos. Niños de distintas edades que ríen, corren (la bolsa), juegan (al fútbol con su equipo todas las tardes de domingo), lloran (su hipoteca), les gusta leer cuentos (en el horóscopo del diario matutino), y buscan querer y ser queridos.

Críticas

… “está es mejor que Titanic” se escucha mormurar tras salir del cine a la gente. Las comparaciones con ese abanico de películas “catastrofistas” que apelan a lo más básico y humano; el sufrimiento, la supervivencia, el altruismo y el amor, con Titanic al frente, resultan inevitables. Pero lo más grande y paradójico de este film es que es un drama que acaba bien. No se molesta en ocultarlo bajo la premisa (que no se han cortado en difundir en las campañas de promoción) de que “Esto que van a ver no es una película sino una experiencia”. El desenlace del film era conocido por todos. Por eso, porque esta película tiene casi más una finalidad experiencial y didáctica que de intrigar al espectador con una acción, tramas y personajes elaborados.

Pero esta finalidad parece que mucha gente no lo ha comprendido. Su guionista S.G. Sánchez, en entrevistas, se revela ante críticas como que algunos personajes son muy perfectos y poco creíbles, están poco aprovechados o que en algunas escenas se abusa de la lágrima fácil cuando no era necesario “explicitar algunos sentimientos” sino mejor dejar que surjan espontáneamente en el espectador sin hacerle reaccionar de una manera determinada. “Con imágenes hubiese sido suficiente”, “Se ceba en el dolor y la angustia de forma innecesaria”.

S.G. Sánchez contrataca, primero, dejando claro que no se trata de una película de catástrofes, y quien lo crea es que poco ha entendido de lo que quiere trasmitir la película. Y segundo recalcando su valor casi didáctico, ya que su máximo objetivo es trasmitir valores que nos incumben a todos y, para ello, empatizar. Y  si para lograrlo se deben explicitar los sentimientos “llevando al espectador de la manita” se hace, aunque se caiga en la lágrima fácil. Cabe recordar que en la película se trasmiten valores que nos incumben a todos, pero llega a personas que no los captan con la misma facilidad, que no empatizan con la misma facilidad. Si para transmitir esos valores se debe perder un enfoque más global de toda la significación de la catástrofe en Tailandia se hace. ¿O acaso usted ha ido al cine para ver un documental?

“Cuando alguien se refiere a nuestra cinta como «película de catástrofes» siento que no han entendido la propuesta o que aún no han podido acercarse a ella. Es una historia universal, de hecho jamás se menciona la nacionalidad de nuestros protagonistas. Son una familia. Cualquier familia. Hablar de nacionalidades en ese contexto nos parecía innecesario” Sergio G.Sánchez.

Dicho sea de paso, menudo ejemplo le hemos dado a los norteamericanos , que no paran de “airear” su banderita allí dónde ponen el dedo en cualquier película, de que una obra de arte que busca emocionar a la mayoría debe buscar lo común entre las culturas y no hacer prevalecer ninguna nacionalidad sobre otra haciéndose “los héroes”.

Una razón más por la que enorgullecernos por nuestros cineastas españoles, que a pesar de que tendrían más razones para vender “la marca española”, ninguneada hasta el momento, no lo hicieron demostrando que los valores que trasmite el film están también detrás de los focos. En esta película hay un solo héroe y ese héroe es el amor que une a una familia. Hasta la oscarizada Titanic al final de la película no puede evitar sacar en un plano a la “estatua de la libertad” como símbolo estadounidense. En esta película se oculta en todo momento la nacionalidad española de la auténtica familia de la historia en la que está basado el film. En esta película los únicos protagonistas son los lazos que unen una familia (española o asiática, americana o tailandesa, cualquier familia) hasta límites insospechados, bajo un leitmotiv que todo español en crisis entiende e interioriza a la perfección, bajo  la imagen esperanzadora de que “la familia unida puede superarlo todo y salir adelante”.

Una razón más del éxito de la película en nuestro país puede ser la propia situación de crisis económica que estamos viviendo. Estudios transculturales plasman datos que nos hacen reflexionar mucho, datos tales como que a medida que los países entran “en etapas de crisis” aumenta la empatía entre las personas. ¿Curioso verdad? Bueno eso hace que la película este siendo un taquillazo y también que el fin de semana del estreno llovía y no había liga de fútbol.

Y esto último es precisamente el problema de nuestro mundo. Que hay gente que preferiría ver fútbol antes que está película. La mayoría hombres, la mayoría gente “menos sensible”. No juzgo nada, simplemente lo expongo desde datos válidos y fiables. Lo digo de ante mano, si usted es de esos que llaman “pastelón” hasta clase de película porque no saben ver lo que hay detrás de esos “pasteles” no se moleste en seguir leyendo, no tengo ninguna intención de ser diplomático en el análisis de la película. No se aburra usted ni me ridiculice a mí. Yo me apoyaré en el  razonamiento de que el cine cómo todo arte busca emocionar y aquella película que mejor lo consigue, mejor se la debería de valorar. Está emociona como pocas o como ninguna hasta ahora. Eso es innegable. Ahora, si en usted pesan más otros criterios, allá usted y su empatía. 

Pero el mundo iría mucho mejor si más gente viera estas películas y las comprendiera. O al menos, algo mejor, si la gente que realmente les gusta no se avergonzara de enamorarse de ellas. Pueden engañarse a ustedes mismos pero el taquillazo ya habla por sí solo. Al menos en nuestro país. ¿Creen que el rasgo de personalidad que prevalece en la población española es la extroversión? Pues se equivocan, quizás tengamos fama de abiertos y simpáticos (o eso es lo que nos gusta creer y hacer creer) pero el rasgo que prevalece es el neuroticimo según muestran estudios de psicología, y el neuroticismo viene a ser “sensibilidad”. Europa nos estará ofreciendo rescates económicos, pero nosotros, con esta película les estamos ofreciendo a nuestros “compis” del norte y del mundo “más productivo” un rescate mucho más importante en sus vidas, aunque aún no lo sepan.

“De nuevo, si tuviese que contar una historia sobre el momento que vivimos intentaría imaginar un héroe anónimo que consigue transformarse y transformar profundamente su entorno. Y creo que ese guión nos lo vamos a tener que escribir todos. Nos vamos a tener que rescatar nosotros primero de nuestros políticos y luego de aquellos que dictan las decisiones de nuestros políticos.Sergio G.Sánchez.

Mensaje en la botella

La pena, como digo, es que a muchos le habrá aburrido este artículo tanto como la película. La pena no es que no lloren sino que no han entendido nada.

La película finaliza con una imagen en la que se observa el avión que trasporta a la maltrecha, pero unida,  familia lejos del lugar de la catástrofe hacia su hogar. Una persona “sin muchas miras” no se plantea porque sale el mar enorme de fondo y el avión minúsculo sobre él. El director podría haber decidido plantear la toma de mil maneras distintas (se ven lo motores del avión, se ve el avión reflejado en el mar, se ve el avión de cerca y punto, no se ve el avión), pero eligió justo esa, por una razón concreta (y a eso se le llama creatividad).Una razón que muchos no ven y es el mensaje de la película; “Usted es pequeño en este azaroso mundo, insignificante, pero su vida, huir del derrotismo y luchar por lo que quieres merece la pena”

Pero no se queda ahí, va más allá. La escena más dramática de todas es probablemente cuando María (Naomi Watts) y su hijo mayor (Tom Holland) se encuentran “milagrosamente” en la salvaje marea que les empuja a los dos y a las “monstruosas e implacables” toneladas de escombros que los golpean sin piedad. Ambos se ven. Pero están alejados. Ya se han encontrado, saben que no están solos en el mundo ¿cuán improbable era coincidir con tu hijo o con tu madre después de que una ola gigante arrase un poblado? Ambos relativamente seguros, amarrados a sus respectivos escombros. Sin embargo, aunque se ven, y ya no se sienten solos, hay algo en su interior que les empuja a encontrarse “físicamente”. Ambos se arriesgan varias veces a perder la vida por el simple hecho de acercarse más hasta que finalmente consiguen fundirse en un abrazo, ahora sí, sin estar amarrados a nada y convertidos en marionetas de la bravura de las aguas. 

Al final todo sale bien. Y el espectador que tampoco le interesa este artículo después de un bostezo comentará como Naomi Watts ha esquivado un escombro o como su hijo tiene rajada literalmente toda la espalda. Pero difícilmente habrá visto el mensaje en la botella. Difícilmente habrá visto lo irracional que puede llegar a ser el ser humano, incluso para su integridad física, con tal de no saberse solo en el mundo. Con tal de fundirse en un abrazo como si la piel fuera a desaparecer. (Que ingenuos) Como si su alma gritara por salir. Nos reímos de los que creen en Dios pero todos hubiésemos reaccionado exactamente de la misma manera irracional que los personajes de la película si el destino nos pusiera en esa tesitura.

“No se trata de ver para creer, sino de creer para ver” J.A.Bayona parafraseando a Geraldine Chaplin (El orfanato).

Un eslabón más del mensaje que nos quiere transmitir Bayona es que pequeños actos de solidaridad sin una recompensa inmediata puede que tengan una recompensa futura mayor. En la difícil situación por la que atraviesa la costa tailandesa se hace necesaria una supervivencia dónde solo pocos mantienen el temple necesario para coger los estribos, el timón y por el camino ayudar al que pueda. Se ven constantes muestras de altruismo y ayuda mutua en los campamentos de refugiados y heridos. Se ve como a medida que las personas son menos independientes, más frágiles y necesitadas tienden a escucharse más, a intentar comprenderse, sean de la nacionalidad que sean, y a poner sus intereses personales en “cola de espera” y por detrás del los de la otra persona.

Muchos perdieron más de lo que ganaron. Pero el ejemplo de la familia de esta película nos demuestra que no todo son pérdidas y que quizás no nos guste nada cuando perdemos, pero cuando alguien pierde en el mundo, otro en otra parte está ganando. Nada es en vano. Muchos detractores del film y de estas sensiblerías apelan sarcásticamente a la “potra” de la familia para sobrevivir, pero eso no es más que otro ejemplo de no haber entendido el mensaje. Por supuesto que es suerte, por supuesto que es altamente improbable, pero no Imposible. Por supuesto que no hay un destino precioso con luces de colores para todos , pero eso no significa que debamos renunciar a él.. Esta película no aspira a ser un retrato de lo “bueno” que es el mundo y lo plácida que es nuestra vida sino un retrato que todo tiene un sentido, incluso el mayor de los sufrimientos.

Pero claro, esto, no lo captamos todos cuando vemos a el hijo mayor de la familia corriendo por todo el campamento dedicándose a reunir desconocidos heridos con sus familiares apuntando nombres en una ensangrentada hoja de papel. Algunos, como digo, no ven la metáfora solo ven a un niño corriendo y llorando, que parece muy angustiado. Hay que ir más allá. En su aventura altruista pierde de vista a su madre (lo único que en ese momento pensaba que le quedaba en la vida), piensa en lo estúpido que ha sido perdiendo el tiempo en ayudar a otros, más tarde obtendrá una recompensa mucho mayor y que no esperaba encontrar cuando ya había perdido toda esperanza.

Y eso es la película, sin más…pocos actores, pocos lujos, muchos tópicos, una trama sencilla, un guión con mucho sentimiento pero escueto, pero una montaña rusa de pérdidas y ganancias, de tristezas y alegrías, de lloros y satisfacciones, de incongruencias, de contradicciones…Una montaña de pequeños actos cuya suma, y solo la suma, marcan la diferencia entre perder o ganar, entre vivir o morir, entre individuo y especie.

“Porque si fracasamos como grupo fracasamos como individuos” Película Un domingo cualquiera.

“Porque cuando todo está perdido aquello por lo que luchamos es lo que nos define” Tráiler. Lo imposible.

Hay dos secuencias puntuales en la película, que permiten afirmar que “Lo imposible” va más allá de lo meramente espectacular, como es al inicio de la película, cuando la familia eleva unos globos luminosos en la noche y el que ellos han lanzado al aire se separa en otra dirección de los demás, clara metáfora sobre lo que van a vivir de forma milagrosa, lo imposible se podría decir, es una reflexión sobre el destino de cada uno de nosotros; y la conversación entre el personaje que interpreta Geraldine Chaplin (también presente en “El orfanato”),una señora muy mayor,  y el pequeño Thomas, el segundo hijo del matrimonio, cuando hablan de las estrellas y de lo imposible que es saber cuales están vivas o muertas, otra clara metáfora, sobre el destino.


Señora mayor-¿Te gusta mirar las estrellas verdad?

Pequeño Thomas-Si, mucho

Señora mayor-Algunas de esas estrellas se apagaron hace mucho tiempo.

Pequeño Thomas-¿Están muertas?


Señora mayor- Están muertas [contundente].Pero una vez fueron tan brillantes que su luz sigue viajando por el espacio y aún podemos verlas.

Con aires y solo aires de película catastrófica, “Lo imposible” propone al espectador algo más que emociones a flor de piel, lágrimas difíciles de contener o ese dolor que siempre se siente cuando se sabe del dolor ajeno. Lo imposible significa una profunda reflexión sobre el destino y lo azaroso de la vida, una historia desgarradora pero, a la vez, llena de esperanza y de vida.


Jesús García Muñoz



La luz de dos estrellas extinguidas





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