El sufrimiento es biológicamente y evolutivamente necesario
para conservar la conciencia y la empatía humanas.
El ser humano en todos sus miles de años de historia se ha
visto y se ve envuelto, tanto en la sociedad cómo en cada uno de nosotros, en
un tira y afloja entre gobiernos de derechas y de izquierdas , entre la
enfermedad y la salud, entre la vejez y la juventud, entre el desamor y el
amor, entre la opresión y la libertad, entre el sufrimiento y el bienestar,
entre la tragedia y la alegría, entre un bache y su resurgir, entre aceptar su
condición y superarse a sí mismo.
Esta paradoja de definirnos por nuestro sufrimiento suele
estar implícito no solo en las formas de gobernar un país ( he aquí la razón del bipartidismo) sino también en la gran mayoría de obras teatrales, musicales,
cinematográficas, literarias y en definitiva artísticas que más nos han llegado.
Véase la saga de Harry Potter como un
adolescente solitario, marginado y huérfano, cuya mayor razón de sufrimiento (la
muerte de su madre y el sacrificio de dar su vida por él) se
convierte al mismo tiempo en su mayor arma para vencer al mal. El bien y el mal.
Otro tema ligado al sufrimiento y al resurgir como bien se ve en los libros de J. R. R. Tolkien en su Señor de los Anillos (el anillo de poder que solo puede portar el más pequeño de todos; Frodo), o en el gran Luke Skywalker de la omnipresente saga de Star Wars (la lucha contra el lado oscuro de la fuerza). Y un sinfín de otras obras que encarnan esa
misma base subyacente: Los miserables, Gladiator, La Biblia…
Sin embargo, a fuerza de descubrimientos intelectuales, la
ciencia por primera vez pone sobre la mesa que la contraposición entre
sufrimiento y felicidad humana no solo es un tema capaz de hacer grande
cualquier obra literaria o cinematográfica que busca éxito de masas. La ciencia,
por primera vez, plantea una teoría en la que se pone en evidencia a sí misma. Una
teoría que supone la necesidad biológica que tiene el ser humano de atravesar
periodos de sufrimiento para conservar precisamente su condición humana (su conciencia
del ser).Por primera vez la ciencia desvela que el progreso hacia la felicidad
más plena se convierte paradójicamente en un obstáculo para el ser humano que
conocemos. Ahora ¿Qué pesará más?¿La ciencia que prefiere hacer oídos sordos y
mirar para otro lado?¿Aquella que busque crear un ser humano distinto y
superior, sin posibilidad de sufrir?¿O la ciencia que busque conservar una
existencia tan bella como es aquella de la que podemos disfrutar?. Algo me dice
que lo último no ocurrirá, eso significaría el instante en el que la ciencia
admita ser inferior a la naturaleza; en el que se rendiría a ella.Sería negar la naturaleza humana. Porque eso es ante lo que estarán cuando lean
el fragmento de a continuación, estarán en el momento en el que la ciencia se destruye a sí misma como herramienta para mejorar al ser humano. Porque
seguro que seguirán mejorando las condiciones de vida, es inevitable (también forma parte de nuestra naturaleza), pero no para el ser humano porque este ya habrá dejado de
existir como tal.
Jesús García Muñoz
El autoengaño es una
de las raíces más profundas de los conflictos y la locura humanos […].
Los solapamientos
genéticos (diferencias individuales, virtudes y defectos, fortalezas y
debilidades, unas características, unos gustos, unos hábitos, unas formas de
pensar) que nos unen y nos dividen son trágicos no el sentido cotidiano de una
catástrofe, sino en el sentido teatral de un estímulo que nos impulsa a
considerar nuestra condición. […].
El agridulce proceso
de definirnos por nuestros conflictos por los demás no es un simple tema para
la literatura, sino que puede esclarecer la naturaleza de nuestros sentimientos
y el contenido de nuestra conciencia.
Si un genio nos
permitiera pertenecer escoger entre pertenecer a una especie que pudiera
alcanzar la igualdad y solidaridad perfecta, y pertenecer a una especie como la
nuestra, donde las relaciones con los padres, los hermanos y los hijos tienen
un valor único, no está claro que optáramos por la primera posibilidad.
Nuestros familiares más cercanos ocupan un lugar especial en nuestro corazón
solo porque el lugar de todos los demás seres humanos, es por definición, menos
especial, y hemos visto muchas injusticias humanas tienen su origen en eso
hecho. Asimismo, la fricción social es un producto de nuestra individualidad
(peculiaridades, lo que nos diferencia, lo que nos aísla) y de nuestra búsqueda
de felicidad. Podemos envidiar la armonía de una colonia de hormigas, pero
cuando Z, el alter ego de Woody Allen, se lamentaba a su psiquiatra de que se
sentía insignificante, éste le contestó”Has hecho un gran avance, Z. Eres
insignificante”.
Dice Donald Symons que
tenemos un conflicto genético para dar las gracias por el hecho de que tengamos
algún sentimiento hacia las demás personas. La conciencia es una manifestación
de las computaciones neuronales necesarias para averiguar cómo conseguir cosas
escasas e imprevisibles que necesitamos.
Tenemos hambre,
saboreamos la comida y tenemos paladar para un sinfín de gustos fascinantes
porque durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva fue difícil
conseguir alimentos. Normalmente no añoramos el oxígeno, ni nos produce placer
ni fascinación alguna, pese a que es esencial para sobrevivir, porque nunca fue
difícil obtenerlo. Simplemente respiramos.
Lo mismo podría
ocurrir con los parientes, las parejas y los amigos. Decía antes que si se
asegurara que los dos componentes de la pareja fueran fieles, se favorecieran
mutuamente y murieran al mismo tiempo, sus intereses genéticos serían los
mismos, encarnados en sus hijos comunes. Se puede imaginar incluso una especie
en que todas las parejas estuvieran abandonadas en una isla para toda la vida y
sus hijos se dispersaran al llegar la madurez, para no regresar jamás. Dado que
los intereses al principio genéticos de los dos que forman la pareja son
idénticos, se podría pensar al principio que la evolución les otorgaría la
dicha del amor sexual y romántico y de la amistad perfecta.
Pero según Symons,
nada así ocurriría. La relación entre la pareja evolucionaría hasta ser igual
que la simple relación entre las células de un cuerpo, cuyos intereses
genéticos son también idénticos. Las células del corazón y las del pulmón no
tienen que enamorarse para vivir en perfecta armonía. Del mismo modo, las
parejas de esa especie tendrían relaciones sexuales con el único objetivo de
procrear (¿por qué desperdiciar energía?) y el sexo no proporcionaría más
placer que el resto de la fisiología reproductora, por ejemplo la liberación de
hormonas o la formación de gametos:
"No existiría el
enamoramiento, porque no habría compañeros alternativos entre quienes escoger,
y enamorarse sería un inmenso despilfarro. Uno querría a su compañero
literalmente como a sí mismo, pero ahí está la cuestión: uno no se quiere a sí
mismo, excepto metafóricamente; uno es él mismo. Los dos serían, en lo que la
evolución se refiere, una misma carne, y sus relaciones estarían gobernadas por
una fisiología mecánica [...].Uno podría sentir dolor si observara que su
compañero se corta, pero nunca se desarrollarían todos los sentimientos que
tenemos hacia nuestra pareja y que hace tan maravillosa la relación cuando
funciona bien ( y tan dolorosa cuando no funciona ).Aun en el caso de que la
especie los tuviera cuando la pareja inició ese modo de vida, la selección
natural los eliminaría, como eliminó los ojos del pez que vive en las marismas
más profundas, porque serían un alto coste y no reportarían un beneficio
alguno."
Lo mismo ocurre con los sentimientos que tenemos hacia
nuestra pareja, familia y nuestros amigos: la riqueza e intensidad con la que
los albergamos en la mente son la prueba del valor y la fragilidad que esos
lazos tienen en la vida. En resumen, sin la posibilidad de sufrir, lo que tendríamos
no sería una dicha armoniosa, sino que, al contrario, careceríamos por completo
de lo que nos hace humanos; la empatía y la conciencia.
Steven Pnker. La negación moderna de la naturaleza humana.
Si ven este vídeo seguramente
les caiga muy mal el tipo Ruso de la conversación. Si no han estudiado
psicología simplemente les caerá mal y no sabrán por qué. Si han estudiado
psicología, filosofía, sociología o cualquier disciplina que profundice en el
ser humano sabrán cual es exactamente la razón de su descontento.
Sin embargo, si terminan de ver la película, quizás algo
cambie en su forma de pensar, seas quien seas.
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