El círculo del 99. 06/07/2012
Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que
como todo sirviente de rey triste, era muy feliz.
Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertar al
rey contando y tarareando alegres canciones de juglares. Una gran sonrisa se
dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena
y alegre.
Un día, el rey lo mandó a llamar.
—Paje –le dijo— ¿cuál es el secreto?
—¿Qué secreto, Majestad?
—¿Cuál es el secreto de tu alegría?
—No hay ningún secreto, Alteza.
—No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por
ofensas menores que una mentira.
—No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
—¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿por qué?
—Majestad, no tengo razones para estar triste. Su alteza me
honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa
que la corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza
me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos,
¿cómo no estar feliz?.—Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar –
dijo el rey—. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
—Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que
complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando...
—Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la
habitación.
El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el
paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de
las sobras de los cortesanos.
Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le
contó su conversación de la mañana.
—¿Por qué él es feliz?
—Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del
círculo.
—¿Fuera del círculo?
—Así es.
—¿Y eso es lo que lo hace feliz?
—No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
—A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.
—Así es.
—Y él no está.
—Así es.
—¿Y cómo salió?
—¡Nunca entró!
¿Qué círculo es ese?
—El círculo del 99.
—Verdaderamente, no te entiendo nada.
—La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en
los hechos.
—¿Cómo?
—Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
—Eso, obliguémoslo a entrar.
—No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el
círculo.
—Entonces habrá que engañarlo.
—No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él
entrará, solito.
—¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
—Sí, se dará cuenta.
—Entonces no entrará.
—No lo podrá evitar.
—¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le
causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no
podrá salir?
—Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente
sirviente para poder entender la estructura del círculo?
—Sí.
—Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada
una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!
—¿Qué más? ¿Llevo guardias por si acaso?
—Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
—Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey.
Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se
ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el
hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:
ESTE TESORO ES TUYO.
ES EL PREMIO
POR SER UN BUEN HOMBRE.
DISFRÚTALO Y NO CUENTES
A NADIE
CÓMO LO ENCONTRASTE.
Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente,
golpeó y volvió a esconderse.
Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás
de unas matas lo que sucedía.
El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y
al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho,
miró hacia todos lados y entró en su casa..Desde afuera escucharon la tranca de
la puerta, y se arrimaron a la ventana para ver la escena.
El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y
dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa.
Sus ojos no podían creer lo que veían.
¡Era una montaña de monedas de oro!
Él, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy
una montaña de ellas para él.
El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía
brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas
de monedas.
Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas:
Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro,
cinco, seis... y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60... hasta que formó la
última pila: 9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más.
Luego el piso y finalmente la bolsa.
“No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las
otras y confirmó que era más baja.
—Me robaron –gritó— me robaron, malditos!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en
sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que
buscaba.
Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita
resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro “sólo 99”.
“99 monedas. Es mucho dinero”, pensó.
Pero me falta una moneda.
Noventa y nueve no es un número completo –pensaba—. Cien es
un número completo pero noventa y nueve, no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje
ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos
se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus,
por el que asomaban sus dientes..El sirviente guardó las monedas en la bolsa y
mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la
bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar
su moneda número cien?
Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta.
Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.
Después quizás no necesitara trabajar más.
Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar.
Con cien monedas un hombre es rico.
Con cien monedas se puede vivir tranquilo.
Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún
dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
“Doce años es mucho tiempo”, pensó.
Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el
pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en
palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir
alguna paga extra por ello.
Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su
esposa, en siete años reuniría el dinero.
¡Era demasiado tiempo!
Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comida
todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran,
más comida habría para vender...Vender...Vender...
Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno?
¿Para qué más de un par de zapatos?
Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios
llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio, volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del 99...
...Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus
planes tal como se le ocurrieron aquella noche.
Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las
puertas, refunfuñando y de pocas pulgas..—¿Qué te pasa? –preguntó el rey de
buen modo.
—Nada me pasa, nada me pasa.
—Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
—Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su
bufón y su juglar también?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al
sirviente.
No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal
humor.
—Y hoy cuando hablamos, me acordaba de ese cuento del rey y
el sirviente.
Tú y yo y todos nosotros hemos sido educados en esta
estúpida ideología: Siempre nos falta algo para estar completos, y sólo
completos se puede gozar de lo que se tiene.
Por lo tanto, nos enseñaron, la felicidad deberá esperar a
completar lo que falta...
Y como siempre nos falta algo, la idea retoma el comienzo y
nunca se puede gozar de la vida...
Pero que pasaría si la iluminación llegara a nuestras vidas
y nos diéramos cuenta, así, de golpe que nuestras 99 monedas son el cien por
cien del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que
nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve que esta es sólo una trampa,
una zanahoria puesta frente a nosotros para que seamos estúpidos, para que
jalemos del carro, cansados, malhumorados, infelices o resignados.
Una trampa para que nunca dejemos de empujar y que todo siga
igual.... eternamente igual!....Cuántas cosas cambiarían si pudiésemos
disfrutar de nuestros tesoros tal como están.
—Pero ojo,
reconocer en 99 un tesoro no quiere decir abandonar los objetivos. No quiere
decir conformarse con cualquier cosa.
Porque aceptar es una cosa y resignarse es otra.
Pero eso es parte de otro cuento.
Jorge Bucay.
No salir del cascarón quizá proteja tu inocencia,
pero a veces es mejor sacar las penas con franqueza.
Lo peor de una guerra no es perder, no...
Lo más duro, encajar su derrota, y yo lo haré esta vez.
Pregúntale a tu corazón si se hace viejo o no,
pues los años siempre llegarán, la ilusión la tendrás que buscar.
Demuéstrame que no es así, que todo lo invente,
pues la vida solo nos dará todo aquello que has de
sembrar...
No sabrás nunca cual es el sabor de la victoria,
sólo tienes que luchar sacando fuerzas de flaqueza.
Lo mejor de la guerra no es vencer, no...
Lo mejor es saber que puedes derrotar a tu rival.
Pregúntale a tu corazón si se hace viejo o no,
pues los años siempre llegarán, la ilusión la tendrás que
buscar.
Demuéstrame que no es así, que todo lo invente,
pues la vida solo nos dará todo aquello que has de
sembrar...
(Solo)
Fue el ayer quien tatuó sobre tu piel
Cielo azul, hoy tú deseas crecer
Dios, no me permitas caer en la misma tentación
Pregúntale a tu corazón si se hace viejo o no,
pues los años siempre llegarán, la ilusión la tendrás que
buscar.
Demuéstrame que no es así, que todo lo invente,
pues la vida solo nos dará todo aquello que has de
sembrar...
LOS CONSEJOS DE PATCH ADAMS 01/12/2012
Hunter (Patch) Adams es un médico diferente. No sólo es
payaso sino que cree que «curar puede ser un intercambio de amor y no una
transacción económica».
En 1963, después de que se suicidara su tío, la madre de
Patch le llevó a un hospital psiquiátrico porque también él había tratado de
suicidarse. Se encontró en la misma habitación con Rudy, un hombre que sufría
alucinaciones y tenía miedo de las ardillas. En lugar de ignorarle, o gritarle
para que se callara, Patch decidió jugar con Rudy y pasarlo bien. Logró que
Rudy dejara de tener miedo.
Patch descubrió así que era muy fácil relacionarse con
cualquiera. Poco después, se fue del hospital y se matriculó en la Universidad
de George Washington. Muchas noches, solía pasar su tiempo entre barrotes,
averiguando por qué la gente estaba encarcelada. Y así se convirtió también en
un manifestante político y en un "objetor concienzudo" de la Guerra
de Vietnam. Hoy sigue siendo un activista social. Lucha contra la política de
Bush, contra el consumismo,... «Es humillante que una persona que da patadas a
un balón gane más que un profesor de colegio», dice Adams.
En su época de estudiante de medicina, Patch empezó a soñar
con un lugar donde los pacientes pudiesen ir a curarse sin tener que pagar, un
lugar amistoso, alegre, donde nadie temiese estar, no como en los hospitales,
que asustan a muchas personas. Patch estudió Medicina para usarla como
herramienta de cambio social.
Estaba convencido de que la salud de una persona no se puede
separar de la salud de la familia, de la comunidad y del mundo. Y, como
consecuencia de esas creencias, Patch Adams y unos amigos fundaron el
Gesundheit! Institute , que funcionó como un hospital de comunidad durante 12
años. Más tarde, tuvo dos hijos: el mayor se llama Atomic Zagnut, que nació en
1975, y Lars Zig, que nació en 1989.
Hoy, Patch Adams recoge donativos para el Gesundheit! Se ha
convertido en un conferenciante muy solicitado (ver vídeo ), y todo el dinero
que consigue por las conferencias (unos 11.000 euros), se invierte en
Gesundheit! A cambio, Gesundheit! le paga un sueldo de unos 45.000 euros al
año.
También organiza cada año viajes alrededor del mundo con
grupos de payasos voluntarios que llevan esperanza, alegría y el juego a huérfanos,
pacientes y personas.
Su vida es el tema de la película Patch Adams , interpretada
por Robin Williams.
Patch te ofrece unas preguntas. «Toma 10 y llámame por la
mañana »:
1. Recoge la basura que encuentres en una zona de tu ciudad;
y vigílala. Cuenta lo que has hecho.
2. Sé amable con todos a todas horas. De forma exagerada.
3. Ofrece tu hombro o un masaje de pies en cualquier
ambiente.
4. Manifiéstate en favor de la justicia, sin importar lo que
cueste.
5. Ve una vez a la semana a una residencia de ancianos a
visitar personas, como si fuesen tus amigos.
6. Apaga la tele y conviértete en alguien interesante.
Actúa.
7. Considera ser tonto en público. Canta en voz alta. Lleva
ropa divertida.
8. Improvisa encuentros informales con vecinos, compañeros
de trabajo, extraños, en los que cada uno traiga algo. Trabaja para vivir en
familias ampliadas.
Para saber... 14/01/2012
Para saber el valor de: UN AÑO, pregúntale a un estudiante
que ha fracasado su examen final...
Para saber el valor de: UN MES, pregúntale a una madre que
dio a luz a un niño prematuro...
Para saber el valor de: UNA SEMANA, pregúntale al editor de
un periódico semanal...
Para saber el valor de: UN DIA, pregúntale a un trabajador
que cobre diariamente y tiene que alimentar a 10 niños...
Para saber que el valor de: UNA HORA, pregúntale a los
enamorados que esperan para encontrarse...
Para saber el valor de: UN MINUTO, pregúntale a la persona
que perdió un tren...
Para saber el valor de: UN SEGUNDO, pregúntale a la persona
que acaba de sobrevivir un accidente...
Para saber el valor de: UN MILISEGUNDO, pregúntale a la
persona que ganó la medalla de oro en las Olimpíadas.
[...]
-Quiero quedarme en el oasis-repuso el muchacho-. Ya encontré a Fátima. Y ella, para mí, vale más que el tesoro.
-Fátima era una mujer del desierto-dijo el alquimista-. Sabe que los hombres deben partir para poder volver. Ella ya encontró su tesoro: tú. Ahora espera que tu encuentres lo que buscas.
-¿Y si decido quedarme?
-Serás el consejero del oasis. Tienes oro suficiente como para comprar muchas ovejas y muchos camellos. Te casarás con Fátima y viviréis felices el primer año. Aprenderás a amar el desierto y conocerás cada una de las cincuenta mil palmeras. Verás como crecen, mostrando un mundo siempre cambiante. Y entenderás cada vez más las señales, porque el desierto es el mejor de los maestros.
El segundo año te empezarás a acordar de que existe un tesoro. Las señales empezarán a hablarte insistentemente sobre ello, y tú intentarás ignorarlas. Dedicarás todos tus conocimientos al bienestar del oasis y de sus habitantes. Los jefes tribales te quedarán agradecidos por ello. Y tus camellos te aportarán riqueza y poder.
Al tercer año, las señales continuarán hablando de tu tesoro y tu Leyenda Personal. Pasarás noches enteras andando por el oasis, y Fátima será una mujer triste, porque ella fue la que interrumpió tu camino. Pero tú le darás amor, y ella te corresponderá. Tú recordarás que ella jamás te pidió que te quedaras, porque una mujer del desierto sabe esperar a su hombre. Por eso no puedes culparla. Pero andarás muchas noches por las arenas del desierto y paseando entre las palmeras, pensando que tal vez pudiste haber seguido adelante y haber confiado más en tu amor por Fátima. Porque lo que te retuvo fue tu propio miedo a no volver nunca.
El Alquimista . Paulo Coelho. 11/07/2012
El amor verdadero[...]
-Quiero quedarme en el oasis-repuso el muchacho-. Ya encontré a Fátima. Y ella, para mí, vale más que el tesoro.
-Fátima era una mujer del desierto-dijo el alquimista-. Sabe que los hombres deben partir para poder volver. Ella ya encontró su tesoro: tú. Ahora espera que tu encuentres lo que buscas.
-¿Y si decido quedarme?
-Serás el consejero del oasis. Tienes oro suficiente como para comprar muchas ovejas y muchos camellos. Te casarás con Fátima y viviréis felices el primer año. Aprenderás a amar el desierto y conocerás cada una de las cincuenta mil palmeras. Verás como crecen, mostrando un mundo siempre cambiante. Y entenderás cada vez más las señales, porque el desierto es el mejor de los maestros.
El segundo año te empezarás a acordar de que existe un tesoro. Las señales empezarán a hablarte insistentemente sobre ello, y tú intentarás ignorarlas. Dedicarás todos tus conocimientos al bienestar del oasis y de sus habitantes. Los jefes tribales te quedarán agradecidos por ello. Y tus camellos te aportarán riqueza y poder.
Al tercer año, las señales continuarán hablando de tu tesoro y tu Leyenda Personal. Pasarás noches enteras andando por el oasis, y Fátima será una mujer triste, porque ella fue la que interrumpió tu camino. Pero tú le darás amor, y ella te corresponderá. Tú recordarás que ella jamás te pidió que te quedaras, porque una mujer del desierto sabe esperar a su hombre. Por eso no puedes culparla. Pero andarás muchas noches por las arenas del desierto y paseando entre las palmeras, pensando que tal vez pudiste haber seguido adelante y haber confiado más en tu amor por Fátima. Porque lo que te retuvo fue tu propio miedo a no volver nunca.
Paulo Coelho
“Este mundo no es mi mundo, es mi misión” Letra de canción del grupo Warcry.
El tren de la vida 17/09/2012
La vida no es más que un viaje por tren: repleto de
embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en
algunos embarques, y profundas tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas
personas las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje:
nuestros padres.
Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en
alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía
irreemplazable. No obstante, esto no impide a que se suban otras personas que
nos serán muy especiales.
Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros
maravillosos amores. De las personas que toman este tren, habrá los que lo
hagan como un simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en el
viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos en
ayudar a quien lo necesite.
Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan
tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.
Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son
tan queridos se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos
obliga hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no se nos impide que
durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos,
pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra
persona ocupando el asiento.
No importa, el viaje se hace de este modo; lleno de
desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos.
Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible.
Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno,
lo que tengan de mejor.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos
podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos ya que nosotros
también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué
estación bajaremos, mucho menos donde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera
el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré
nostalgia.
Creo que sí. Separarme de algunos amigos de los que me hice
en el viaje será dolorido. Dejar a que mis hijos sigan solitos, será muy
triste. Pero me afierro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la
estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje
que no tenían cuando embarcaron.
Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el
equipaje creciera y se hiciera valiosa.
Hagamos con que nuestra
estadía en este tren sea tranquila, que haya valido la pena. Hagamos tanto,
para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje
añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje permanezcan.Fragmentos de la obra “El vencedor está solo” de Paulo Coelho
Coelho, autor criticado de ridículo y “banal” en muchas
ocasiones. Sin embargo sus obras tienen algo que contagia a millones de
adeptos. La realidad aplastante es que es uno de los autores más leídos del
mundo con más de 140 millones de libros vendidos en más de 150 países,
traducidos a 73 lenguas. La universalidad de sus obras y la capacidad para
adaptarse y llegar a cualquier persona, sea cual sea su procedencia habla del
contenido intrínseco e inalienable de las personas que expresan sus libros. Sus
novelas no hablan de hechos aislados, hablan de la naturaleza humana y de
instintos que compartimos todos, sea cual sea la procedencia del lector. Son
obras que elevan al ser humano por encima de la superficialidad incesante que
nos rodea.
Sinopsis:
Ambientada en el atractivo entorno del festival de Cannes,
El vencedor está solo va mucho más allá del lujo y el glamour, y nos aboca a
una profunda refl exión acerca de la fuerza de los propios sueños y de cuál es
la escala de valores con la que nos medimos. Durante 24 horas seguiremos los
pasos de Igor, empresario ruso magnate de las comunicaciones, destrozado por
una dolorosa ruptura sentimental, y conoceremos su delirante plan para atraer
la atención de su ex mujer. En su camino se cruzarán Gabriela, una joven y
ambiciosa actriz; Jasmine, modelo de Ruanda exiliada en Europa; Javits, un
productor infl uyente y corrupto; y Hamid, estilista que empezó de cero y está
hoy en la cima de su gloria. La aparición de Igor cambiará para siempre las
vidas de todos ellos. Un intenso, sincero y bien documentado viaje hacia nuestra
constante fascinación por la fama, el éxito y el dinero, que se eleva hasta
convertirse en una impactante y necesaria denuncia del lado más superficial,
intrascendente y depredador del mundo en que vivimos.
….…….
Con “El vencedor está
solo”, que personalmente considero la mejor de sus novelas, Coelho nos invita a reflexionar sobre la
ambición humana y cual inútil puede llegar a ser creer que en la riqueza está
el poder o que en el poder está el vencer. Porque solo vence aquel que ha
luchado por su destino. Sea cual sea.
“Este mundo no es mi mundo, es mi misión” Letra de canción del grupo Warcry.
Jesús García Muñoz
-Fragmentos-
La eterna espiral viciosa de las modas.
Pero ahí hay gente que
piensa que la «moda» lo es todo. Cada seis meses se gastan una fortuna para
cambiar un pequeño detalle y seguir en la exclusiva tribu de los ricos. Si
visitaran Silicon Valley, donde los multimillonarios dueños de empresas
informáticas llevan relojes de plástico y pantalones rotos, se darían cuenta de
que el mundo ya no es el mismo. Todos parecen tener el mismo nivel social,
nadie presta la menor atención al tamaño de un diamante, la marca de una
corbata, el modelo de cartera de cuero. Es más, no hay corbatas ni carteras de
cuero en esa región del mundo, pero cerca de allí está Hollywood, una máquina
relativamente más poderosa —aunque decadente— que todavía es capaz de hacer que
los ingenuos crean en los vestidos de alta costura, en los collares de
esmeraldas, en las limusinas gigantes. Y cómo sigue apareciendo en las
revistas, ¿a quién le interesa destruir una empresa de billones de dólares de
publicidad, venta de objetos inútiles, cambios de tendencias innecesarios,
fabricación de las mismas cremas con etiquetas diferentes?
Ridículos. Igor no
puede esconder su desprecio hacia aquéllos cuyas decisiones influyen en la vida
de millones de hombres y mujeres trabajadores, honestos, que llevan su día a
día con dignidad porque tienen salud, un lugar en el que vivir, y el amor de su
familia.
Perversos. Cuando todo
parece estar en orden, cuando la familia se reúne alrededor de la mesa para
cenar, el fantasma de la Superclase aparece, vendiendo sueños imposibles: lujo,
belleza, poder. Y la familia se desarraiga.
El padre pasa horas en
vela haciendo horas extra para poder comprarle el último modelo de zapatillas
deportivas a su hijo y que así no se vea marginado en el colegio. La esposa
llora en silencio porque sus amigas llevan ropa de marca y ella no tiene
dinero. Los adolescentes, en vez de conocer los verdaderos valores de la fe y
la esperanza, sueñan con convertirse en artistas. Las chicas de los pueblos
pierden su propia identidad, empiezan a considerar la idea de trasladarse a la
gran ciudad y aceptar cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa, con tal de
conseguir una determinada joya. Un mundo que debería caminar en dirección a la
justicia pasa a girar en torno a lo material, que al cabo de seis meses ya no
sirve para nada, hay que renovarlo, lo que hace que se siga manteniendo en la cima
del mundo a esas criaturas despreciables que ahora se encuentran en Cannes.
El precio de la fama, el brillo y el glamour.
La que venga al
festival debe dejar el miedo en casa y estar preparada para todo: reaccionar
sin dudar, mentir siempre que sea necesario, quitarse años, sonreírle a alguien
a quien se detesta, fingir interés por personas sin atractivo alguno, decirles
«te amo» sin pensar en las consecuencias, apuñalar por la espalda a la amiga
que la ayudó en un determinado momento pero que ahora se ha convertido en una
competidora indeseable... Caminar hacia adelante, sin remordimientos ni
vergüenza. La recompensa merece cualquier sacrificio.
Fama.
Brillo y glamour.
Estos pensamientos
irritan a Gabriela. No es la mejor manera de empezar un nuevo día; además,
tiene resaca.
Normalidad, inexistente por definición:
Javits mira a su
alrededor. Hay un hombre con gafas oscuras tomando un zumo de frutas que parece
ajeno a todo lo que lo rodea, mientras contempla el mar como si estuviera lejos
de allí. Atractivo, de pelo gris, bien vestido.
Fue uno de los
primeros en llegar, debía de saber quién era, pero aun así no hizo ni el menor
esfuerzo por presentarse. ¡Además, tenía valor para estar allí solo! La soledad
en Cannes es un anatema, es sinónimo de que nadie se interesa por ti, de tu
insignificancia o de tu falta de contactos.
Sintió envidia de él.
Seguramente no encajaba en la «lista de normalidad» que llevaba siempre en el
bolsillo. Parecía independiente, libre, y a Javits le habría gustado mucho
hablar con él, pero estaba demasiado cansado para eso.
Se vuelve hacia uno de
sus «amigos»:
—¿Qué es ser normal?
—¿Tienes algún cargo
de conciencia? ¿Piensas que has hecho algo que no debías?
Javits le hizo la
pregunta equivocada al hombre equivocado. Probablemente su compañero pensaría
que estaba arrepentido de sus pasos y que desearía comenzar una nueva vida.
Nada de eso. Y aunque se arrepintiera, ya era demasiado tarde para volver al
punto de partida: conocía las reglas del juego.
—Te estoy preguntando
qué es ser normal.
Uno de los «amigos» se
queda desconcertado. El otro sigue mirando a su alrededor, vigilando el
ambiente.
—Vivir como una de
esas personas que no tienen ambición —responde finalmente.
Javits saca la lista
del bolsillo y la pone encima de la mesa.
—Siempre llevo esto
conmigo. Y voy añadiendo cosas.
El «amigo» le responde
que no puede leerla en ese momento, tiene que estar atento a lo que sucede. El
otro, sin embargo, más relajado y más seguro, lee lo que está escrito:
Lista de normalidad
1) Es normal cualquier cosa que nos haga
olvidar quiénes somos y qué deseamos, de modo que podamos trabajar para
producir, reproducir y ganar dinero.
2) Tener reglas para una guerra (Convención
de Ginebra).
3) Pasar años haciendo una carrera en la
universidad para después no encontrar trabajo.
4) Trabajar de las nueve de la mañana a las
cinco de la tarde en algo que no nos proporciona el menor placer, siempre que
al cabo de treinta años la persona pueda jubilarse.
5) Jubilarse, descubrir que ya no se tiene
energía para disfrutar de la vida y morir al cabo de pocos años, de
aburrimiento.
6) Usar Botox.
7) Entender que el poder es mucho más
importante que el dinero, y el dinero es mucho más importante que la felicidad.
8) Ridiculizar a quien busca la felicidad
en vez del dinero, diciendo que es una «persona sin ambición».
9) Comparar objetos como coches, casas,
ropa y definir la vida en función de estas comparaciones, en vez de intentar
saber realmente la verdadera razón de estar vivo.
10) No hablar con extraños. Hablar mal del
vecino.
11) Creer que los padres siempre tienen
razón.
12) Casarse, tener hijos, seguir juntos
aunque el amor se haya acabado, alegando que es por el bien de los niños (como
si ellos no asistieran a las constantes peleas).
13) Criticar a todo el mundo que intenta ser
diferente.
14) Despertarse con un despertador histérico
junto a la cama.
15) Creer absolutamente todo lo que se
publica.
16) Usar un trozo de tela colorida anudado al
cuello, sin ninguna función aparente, pero que atiende al pomposo nombre de
«corbata».
17) No ser nunca directo en las preguntas,
aunque la otra persona entienda lo que queremos saber.
18) Mantener una sonrisa en los labios cuando
se tienen muchas ganas de llorar. Y tener piedad de los que muestran sus
propios sentimientos.
19) Pensar que el arte vale una fortuna, o
que no vale absolutamente nada.
20) Despreciar siempre aquello que no ha sido
difícil de conseguir porque no ha habido el «sacrificio necesario» y, por
tanto, no debe de tener las cualidades requeridas.
21) Seguir los dictados de la moda, aunque
ésta sea ridicula e incómoda.
22) Estar convencido de que todos los famosos
tienen montones de dinero acumulado.
23) Invertir mucho en la belleza exterior y
preocuparse poco de la interior.
24) Utilizar todos los medios posibles para
demostrar que, aun siendo una persona normal, estás por encima de los demás
seres humanos.
25) En un medio de transporte público, no
mirar directamente a los ojos de nadie, de lo contrario, se puede interpretar
como una señal de seducción.
26) Tras entrar en el ascensor, permanecer de
cara a la puerta y fingir que vas solo, aunque esté lleno.
27) No reírse jamás en voz alta en un
restaurante, aunque el tema de conversación sea de lo más hilarante.
28) En el hemisferio norte, usar siempre ropa
según la estación del año; brazos descubiertos en primavera (aunque haga mucho
frío) y abrigo de lana en otoño (aunque haga calor).
29) En el hemisferio sur, adornar el árbol de
Navidad con algodón, aunque el invierno nada tenga que ver con el nacimiento de
Cristo.
30) A medida que envejecemos, creerse dueño
de toda la sabiduría del mundo, aunque no hayas vivido lo suficiente como para
saber lo que está mal.
31) Acudir a un acto benéfico y pensar que con
eso ya has colaborado lo suficiente como para acabar con las desigualdades
sociales en el mundo.
32) Comer tres veces al día, incluso sin
tener hambre.
33) Creer que los demás siempre son mejores
en todo: más guapos, más capaces, más ricos, más inteligentes. Es arriesgado
aventurarse más allá de los propios límites, mejor no hacer nada.
34) Utilizar el coche como un arma y una
armadura invencible.
35) Soltar improperios cuando se conduce.
36) Creer que todo lo que tu hijo hace mal es
por culpa de las compañías que ha escogido.
37) Casarse con la primera persona que te
proporcione una posición social. El amor puede esperar.
38) Decir siempre «lo he intentado», aunque
no hayas intentado absolutamente nada.
39) Dejar las cosas más interesantes de la
vida para cuando ya no se tienen fuerzas.
40) Evitar la depresión con dosis diarias y
densas de programas de televisión.
41) Creer que es posible estar seguro de todo
lo que has conseguido.
42) Pensar que a las mujeres no les gusta el
fútbol, y que a los hombres no les gusta la decoración ni la cocina.
43) Culpar al gobierno de todo lo malo que
sucede.
44) Estar convencido de que ser una buena
persona, decente, respetuosa, significa que los demás van a pensar que eres
débil, vulnerable y fácilmente manipulable.
45) Estar convencido también de que la
agresividad y la descortesía en el trato con los demás son sinónimos de una
personalidad poderosa.
46) Tener miedo de la fibroscopia (hombres) y
del parto (mujeres).
La fórmula universal del éxito
Finalmente, el texto
está casi listo: en ese momento, el productor pide que se retiren las
referencias políticas que puedan ocasionar problemas ante un público más
conservador, que se añadan más besos porque a las mujeres les gustan. Que la
historia tenga presentación, nudo y desenlace, y un héroe que provoque las
lágrimas del público con su sacrificio y su dedicación. Que alguien pierda a la
persona amada al principio de la película y la vuelva a encontrar al final. En
el fondo, la gran mayoría de los guiones se pueden resumir con una simple
línea: Un hombre ama a una mujer. El hombre pierde a la mujer. El hombre
recupera a la mujer. El 90 por ciento de las películas son variaciones de esta
misma línea. Las películas que huyen de esta regla tienen que tener mucha
violencia para compensar, o muchos efectos especiales para agradar al público.
Y la fórmula, comprobada ya miles de veces, es la que siempre triunfa; por
tanto, es mejor no correr riesgos.
La supervivencia del más apto:
Dos minutos después,
Gibson la interrumpe:
—Perfecto, todo eso ya
lo sabemos por tu curriculum. ¿Por qué no nos hablas de ti?
Alguna barrera se
rompe en su interior sin avisar. En vez de sentir pánico, su voz ahora suena
más calmada y firme.
—Soy una más de entre
los millones de personas en el mundo que siempre han soñado con estar en este
yate, mirando al mar, hablando sobre la posibilidad de trabajar al menos con
uno de vosotros. Y ambos sois conscientes de ello. Aparte de eso, creo que no
hay nada que pueda decir que vaya a cambiar algo. ¿Si estoy soltera? Sí. Como
toda mujer soltera, tengo a un hombre enamorado, que en este momento me espera
en Chicago y que está deseando que todo me salga mal.
Ambos se ríen. Ella se
relaja un poco más.
—Quiero luchar hasta
donde sea posible, aunque sé que estoy casi al límite de mis posibilidades, ya
que mi edad empieza a ser un problema para los cánones del cine. Sé que hay
mucha gente con el mismo talento o incluso más que yo. Me han escogido, no sé
muy bien para qué, pero he decidido aceptar sea lo que sea. Puede que ésta sea
mi última oportunidad, y puede que el hecho de decir esto ahora disminuya mi
valor; sin embargo, no tengo elección. Durante toda mi vida me he imaginado un
momento como éste: participar en una prueba, que me escogieran y poder trabajar
con profesionales de verdad. Este momento ha llegado. Si no fuera más allá de
esta reunión, si volviera a casa con las manos vacías, al menos sabría que he
llegado hasta aquí gracias a dos cosas que creo que tengo: integridad y
perseverancia.
»Soy mi mejor amiga y
mi peor enemiga. Antes de venir aquí pensaba que no me merecía nada de esto,
era incapaz de corresponder a lo que se esperaba de mí y creía que seguramente
se habían equivocado al elegirme como candidata. Al mismo tiempo, otra parte de
mi corazón me decía que estaba siendo recompensada porque no había desistido,
porque había tomado una decisión y había llegado hasta el final de la lucha.
Desvió la mirada de
ambos; de repente, sintió unas terribles ganas de llorar, pero se controló
porque eso podría interpretarse como un chantaje emocional. La bonita voz de la
Celebridad interrumpió el silencio:
—Como en cualquier
otro sector, aquí también hay personas honestas que valoran el trabajo
profesional. Es por eso por lo que he llegado hasta donde estoy hoy. Y lo mismo
pasó con nuestro director. Yo pasé por la misma situación que tú estás viviendo
ahora. Sabemos lo que sientes. Toda
su vida hasta ese momento desfiló por delante de sus ojos. Todos los años que
buscó sin encontrar, que llamó sin que la puerta se abriera, que pidió sin oír
siquiera una palabra como respuesta; simplemente la indiferencia, como si no
existiera para el resto del mundo. Todos los «no» que había oído cuando alguien
se dio cuenta de que sí, ella estaba viva, y merecía al menos saber algo.
«No puedo llorar.»
Toda la gente que le
había dicho que perseguía un sueño inalcanzable y que, si ahora todo salía
bien, le dirían: «¡Sabía que tenías talento!» Sus labios empezaron a temblar:
era como si todo eso estuviera saliendo de repente de su corazón. Estaba contenta
por tener el valor de mostrarse humana, frágil, y eso suponía una gran
diferencia para su alma. Si ahora Gibson se arrepentía de la elección, podría
subir a la lancha de regreso sin arrepentirse lo más mínimo; en el momento de
la lucha, había demostrado que tenía valor.
Dependía de los demás.
Le había costado mucho aprender esa lección, pero por fin había entendido que
dependía de los demás. Conocía a gente que se enorgullecía de su independencia
emocional, aunque en realidad eran tan frágiles como ella, lloraban a
escondidas, nunca pedían ayuda. Creían en una regla no escrita, que afirma que
«el mundo es para los fuertes», que «sólo sobrevive el más apto». Si así fuera,
los seres humanos no existirían porque forman parte de una especie que hay que
proteger durante un largo período. Su padre le había contado una vez que no
alcanzamos cierta capacidad para sobrevivir hasta después de los nueve años de
edad, mientras que a una jirafa no le lleva más que cinco horas, y una abeja ya
es independiente antes de que pasen cinco minutos.
Si quieres salvar el planeta realmente, no lo salves,
simplemente “no dejes que se destruya”.
No es exactamente así:
todo empieza cuando las compañías que rastrean las tendencias del mercado,
conocidas como estudios de mercado (en francés, «cabinets de tendence»; en
inglés, «trend adapters»), notan que un determinado estrato social de la
población se interesa más por determinados asuntos que por otros, y eso no
tiene absolutamente nada que ver con la moda. Ese estudio se hace basándose en
encuestas hechas a los consumidores, monitorización por estadísticas, pero,
sobre todo, a través de la observación cuidadosa de un ejército de personas
—generalmente de entre veinte y treinta años— que frecuentan discotecas,
caminan por las calles, leen todo lo que se publica en los blogs de Internet.
Jamás ven los escaparates, aunque sean de marcas reputadas; lo que hay en ellos
ya ha llegado al gran público, y está condenado a morir.
Lo que los genios de
los estudios de tendencias quieren saber exactamente es: ¿cuál será la
siguiente preocupación o curiosidad del consumidor? Los jóvenes, al no tener
dinero suficiente para consumir productos de lujo, se ven obligados a inventar
nuevos estilos. Como viven pegados al ordenador, comparten sus intereses con
otros, y muchas veces eso acaba convirtiéndose en una especie de virus que
contagia a toda la comunidad. Los jóvenes influencian a sus padres en la
política, en la lectura, en la música, y no al revés, como piensan los
ingenuos. Por otro lado, ellos influyen en los jóvenes en eso que llaman
«sistema de valores». Aunque los adolescentes sean rebeldes por naturaleza,
siempre piensan que la familia tiene razón; pueden vestirse de manera rara y
gustarles cantantes que sueltan aullidos y destrozan guitarras, pero eso es
todo. No tienen valor para seguir adelante y provocar una verdadera revolución
de costumbres.
«Ya lo hicieron en el
pasado. Pero menos mal que esa ola pasó y volvió al mar.»Porque en este momento
los estudios de tendencias demuestran que la sociedad se dirige hacia un estilo
más conservador, lejos de la amenaza que significaron las sufragistas (mujeres
de principios del siglo xx que lucharon por conseguir el derecho al voto
femenino), o los peludos y antihigiénicos hippies (un grupo de locos que un día
creyó que vivir únicamente de la paz y el amor libre era posible).
En 1960, por ejemplo,
un mundo envuelto en las sangrientas guerras del período poscolonial, aterrado
ante el peligro de una bomba atómica y, al mismo tiempo, en plena prosperidad
económica, necesitaba desesperadamente un poco de alegría. De la misma manera
que Christian Dior había entendido que la esperanza de la abundancia estaba en
el exceso de tejidos, los estilistas buscaron una combinación de colores que
levantara el estado de ánimo general: llegaron a la conclusión de que el rojo y
el violeta podían calmar y provocar al mismo tiempo.
Cuarenta años más
tarde, la visión colectiva había cambiado por completo: el mundo ya no estaba
bajo la amenaza de la guerra, sino de problemas medioambientales: los
estilistas optaron por colores vinculados a la naturaleza, como la arena del
desierto, los bosques, el agua del mar. Entre un período y otro surgen y
desaparecen varias tendencias: psicodélica, futurista, aristocrática,
nostálgica.
Antes de que se
definan las grandes colecciones, los estudios de mercado ofrecen un panorama
general del estado de ánimo del mundo. Y en la actualidad, parece que el tema
central de las preocupaciones humanas —a pesar de las guerras, del hambre en
África, del terrorismo, de la falta de respeto hacia los derechos humanos y de
la arrogancia de algunas naciones desarrolladas— es cómo vamos a salvar a
nuestra pobre Tierra de las muchas amenazas que se han creado en la sociedad.
«Ecología. Salvar el
planeta. Qué ridiculez.»
Hamid sabe que no
sirve de nada luchar contra el inconsciente colectivo. Los tonos, los
accesorios, los tejidos, los supuestos actos benéficos de la Superclase, los
libros que se publican, la música que suena en la radio, los documentales de ex
políticos, las nuevas películas, el material que se usa para hacer zapatos, los
sistemas de abastecimiento de coches, los abajo firmantes para los
congresistas, los bonos que venden los mayores bancos del mundo, todo parece
estar concentrado en una sola cosa: salvar el planeta. Se están creando
fortunas de la noche a la mañana, las grandes multinacionales consiguen
espacios en la prensa gracias a alguna que otra acción irrelevante en esa área,
organizaciones no gubernamentales sin escrúpulos ponen anuncios en poderosas
cadenas de televisión y reciben cientos de millones de dólares en donaciones,
porque todos parecen absolutamente preocupados por el destino de la Tierra.
Cada vez que veía en
los periódicos o en las revistas a los políticos de siempre utilizando el calentamiento
global o la destrucción del medio ambiente como plataforma para sus campañas
electorales, pensaba para sí: «¿Cómo podemos ser tan arrogantes? El planeta
fue, es y será siempre más fuerte que nosotros. No podemos destruirlo; si
traspasamos una determinada frontera, nos eliminará por completo de su
superficie, y seguirá existiendo. ¿Por qué no hablan de "no dejar que el
planeta nos destruya"?»
Porque «salvar el
planeta» da sensación de poder, de acción, de nobleza. Mientras que «no dejar
que el planeta nos destruya» puede conducirnos a la desesperación, a la
impotencia, a la verdadera dimensión de nuestras pobres y limitadas capacidades.
La triste realidad:
Todos los jóvenes
tienen el mismo sueño: salvar el mundo. Algunos lo olvidan rápidamente,
convencidos de que hay otras cosas importantes que hacer, como formar una
familia, ganar dinero, viajar y aprender una lengua extranjera. Otros, sin
embargo, deciden que es posible tomar parte en algo que suponga una diferencia
en la sociedad y en la manera en que el mundo les será entregado a las
generaciones futuras.
Y empieza la elección
de profesión: políticos (que al principio siempre desean ayudar a la
comunidad), activistas sociales (que creen que el crimen se debe a la
diferencia de clases), artistas (que creen que todo está perdido, que hay que
empezar de cero) y... policías.
Aceptar tu naturaleza
Comprendió que,
contrariamente a lo que todos pensaban, el poder absoluto es sinónimo de
esclavitud. Cuando se llega ahí, ya no se quiere salir. Siempre hay una nueva
montaña que conquistar. Siempre hay un competidor al que vencer o superar.
Junto a otras dos mil personas, él formaba parte del club más exclusivo del
mundo, que se reúne una vez al año en Davos, Suiza, en el Foro Económico
Mundial; todas eran más que ricas, millonarias, poderosas. Y todas ellas
trabajaban desde la mañana hasta la noche con el objetivo de querer llegar
siempre más lejos, sin cambiar nunca de tema: adquisiciones, bolsas de valores,
tendencias de mercado, dinero y más— dinero.
Trabajar no porque se necesitase
algo, sino porque se creían necesarios; debían alimentar a miles de familias,
creían que tenían una enorme responsabilidad para con sus gobiernos y para con
sus socios. Trabajaban pensando honestamente que estaban ayudando al mundo, lo
que podía ser verdad, pero el pago exigido eran sus propias vidas.
Al día siguiente hizo
algo que siempre había detestado: buscó un psiquiatra; debía de haber algo que
estaba mal. Entonces descubrió que tenía una enfermedad bastante común entre
aquellos que habían alcanzado algo que parecía fuera de los límites de una
persona común. Era un trabajador compulsivo, un workaholic, palabra con la que
se denomina este tipo de desorden. Los trabajadores compulsivos, dijo el
psiquiatra, cuando no están involucrados en los desafíos y los problemas de su
compañía, corren el riesgo de caer en una profunda depresión.
—Un desorden cuyo
motivo todavía no conocemos, pero que está asociado a la inseguridad, a ciertos
miedos infantiles, a una realidad que se pretende negar. Es algo tan serio como
la adicción a las drogas, por ejemplo.
»Pero, al contrario
que éstas, que disminuyen la productividad, el trabajador compulsivo acaba
contribuyendo enormemente a la riqueza de su país. Por tanto, a nadie le
interesa que se cure.
—¿Y cuáles son las
consecuencias?
—Usted debe de
saberlo, por eso ha venido en mi busca. La más grave es la destrucción de la
vida familiar. En Japón, uno de los países donde la enfermedad se manifiesta
con más frecuencia y a veces con consecuencias fatales, hay varios
procedimientos para controlar la obsesión.
En los dos últimos
años de su vida, no recordaba haber escuchado a nadie con el mismo respeto que
le dedicaba al hombre de gafas y bigote que estaba sentado enfrente de él.
—Entonces puedo pensar
que hay una solución para esta enfermedad.
—Cuando un trabajador
compulsivo va en busca de la ayuda de un psiquiatra es porque está preparado
para curarse. De cada mil casos, sólo uno se da cuenta de que necesita ayuda.
—Necesito ayuda. Tengo
dinero suficiente...
—Ésas son las palabras
típicas de un trabajador compulsivo. Sí, sé que tiene dinero suficiente, como
todos los demás. Sé quién es usted; he visto fotos suyas en fiestas benéficas,
en congresos, y en una audiencia privada con nuestro presidente... Él también
tiene los mismos síntomas de ese desorden, dicho sea de paso.
»E1 dinero no es
suficiente. Quiero saber si tiene la voluntad necesaria.
Igor pensó en Ewa, en
la casa en las montañas, en la familia que le gustaría formar, en los cientos
de millones de dólares que tenía en el banco. Pensó en su prestigio y en su
poder en ese momento, y en lo difícil que sería abandonarlo todo.
—No le estoy
sugiriendo que abandone por completo lo que hace —añadió el psiquiatra, como si
pudiera leer su pensamiento—, Le estoy diciendo que use su trabajo como fuente
de alegría, y no como una obsesión compulsiva.
Y Aceptar tu
naturaleza también
Incluso el Rey de
Reyes, Jesucristo, tuvo que enfrentarse a la misma prueba por la que Igor está
pasando ahora: la tentación del demonio. Tiene que agarrarse con uñas y dientes
a su fe para no flaquear en la misión que le ha sido encomendada.
El demonio le pide que
se detenga, que perdone, que abandone. El demonio es un profesional de primera,
y asusta a los débiles con sentimientos de miedo, preocupaciones, impotencia,
desesperación.
En el caso de los fuertes,
las tentaciones son mucho más sofisticadas: buenas intenciones. Eso fue lo que
hizo con Jesús cuando lo encontró en el desierto: le sugirió que convirtiese
las piedras en alimento. De ese modo, no sólo podría saciar el hambre, sino
también la de todos aquellos que imploraban algo para comer. Jesús, sin
embargo, reaccionó con la sabiduría que era de esperar del Hijo de Dios. Le
respondió que no sólo de pan vive el hombre, sino también de todo aquello que
proviene del Espíritu.
Buenas intenciones,
virtud, integridad, ¿qué es eso exactamente? Personas que decían ser íntegras
porque obedecían a su gobierno terminaron construyendo campos de concentración
en Alemania. Médicos que estaban convencidos de que el comunismo era un sistema
justo firmaron partes de locura y mandaron al exilio de Siberia a todos los
intelectuales que estaban en contra del régimen. Los soldados van a la guerra a
luchar en nombre de un ideal que apenas conocen, llenos de buenas intenciones,
virtud, integridad.
No es nada de eso. El
pecado, para el bien, es una virtud; la virtud, para el mal, es un pecado.
El efecto Lucifer:
«Mi marido ha perdido
la razón. No sé si es por la guerra o por la tensión causada por el exceso de
trabajo, pero cree que puede entender los designios de Dios. Antes de decidir
marcharme, busqué a un psiquiatra para poder entenderlo mejor, para ver si era
posible salvar nuestra relación. No entré en detalles para no comprometerlo, y
no voy a entrar en detalles ahora contigo. Pero creo que sería capaz de hacer
cosas terribles si creyera que está haciendo el bien.
»E1 psiquiatra me
explicó que mucha gente generosa, que se compadece por sus semejantes, es capaz
de cambiar de actitud de un momento a otro. Se han hecho algunos estudios al
respecto y denominan a este cambio el "efecto Lucifer", el ángel más
amado por Dios, que quiso ejercer el mismo poder que Él.»«¿Y a qué se debe?»,
pregunta entonces otra voz femenina.
Pero, al parecer, no
calcularon bien el tiempo de grabación, pues la cinta termina ahí.
Primero inseguridades, más tarde un grifo seco de ilusiones.
¿Dónde está el término medio?
No hay mesas vacías;
el local está lleno, todo el mundo va de esmoquin o vestido largo. Todos hablan
en voz baja; eso si hablan, porque la mayoría tienen los ojos fijos en el
océano que se ve a través de las grandes vidrieras. Aunque es su primera vez en
un sitio como ése, nota un sentimiento palpable, inconfundible, que planea
sobre todas esas cabezas coronadas: un profundo tedio.
Todos han participado
en cientos, miles de fiestas como ésa. Antes se preparaban para la excitación
de lo desconocido, de encontrar un nuevo amor, de hacer contactos profesionales
importantes, pero ya han llegado a la cima de su carrera, ya no hay desafíos,
sólo les queda comparar un yate con otro, las joyas propias con las de la
vecina, los que están sentados en las mesas más cercanas a las vidrieras con
los que están más lejos, señal inconfundible del estatus superior del primer
grupo. Sí, ése es el fin de la línea: tedio y comparación. Tras décadas
intentando llegar a donde están ahora, parece que no les ha quedado absolutamente
nada, ni siquiera el placer de contemplar otra puesta de sol en un lugar como
ése.
¿Qué piensan esas
mujeres, tan ricas, silenciosas y distantes de sus maridos?
Edad.
Tienen que volver a
cierto cirujano plástico y rehacer lo que el tiempo va consumiendo. Gabriela
sabe que eso también le pasará a ella algún día y, de repente —puede que por
culpa de todas las emociones de ese día, que termina de una manera tan
diferente de como empezó—, nota que vuelven los pensamientos negativos.
De nuevo la sensación
de terror mezclada con alegría. Una vez más, el sentimiento de que, a pesar de
toda su lucha, no merece lo que le está pasando; simplemente es una chica que
se esfuerza en su trabajo, pero que no está preparada para la vida. No conoce
las reglas, está yendo más allá de lo que el buen juicio le dicta, ese mundo no
le pertenece, y jamás conseguirá formar parte de él. Se siente desamparada, no
sabe exactamente qué ha ido a hacer a Europa; no hay nada de malo en ser actriz
en el interior de Estados Unidos, haciendo lo que le gusta y no lo que otros le
imponen. Quiere ser feliz y no está segura de ir por el buen camino.
El sexo de los ángeles. Capaz de todo, incluso de vencer.
Su compañera se tumbó
en la cama, a su lado, y apoyó la cabeza en su regazo.
—El que me hizo ver
todo esto fue un extranjero que conocí esta noche, mientras estaba allí,
perdida en medio de la multitud, sin saber qué decir. Le pregunté qué hacía en
la fiesta; me respondió que había perdido a su amor, que había venido a
buscarla, y que ya no estaba seguro de querer precisamente eso. Me pidió que
mirara a mi alrededor: estábamos rodeados de personas llenas de seguridad, de
gloria, de conquistas. Comentó: «No se están divirtiendo. Creen que han llegado
a la cima de sus carreras, y la inevitable bajada los asusta. Han olvidado que
todavía les queda todo el mundo para conquistar, porque...»
—...porque se han
acostumbrado.
—Exacto. Tienen muchas
cosas y pocas aspiraciones. Están llenos de problemas resueltos, proyectos
aprobados, empresas que prosperan sin necesidad de ninguna interferencia. Ahora
sólo les queda el miedo al cambio, y por eso van de fiesta en fiesta, de
reunión en reunión, para no tener tiempo para pensar. Para ver a la misma
gente, y pensar que todo sigue igual. Las seguridades han sustituido a las
pasiones.
—Quítate la ropa —le
dice su compañera, intentando evitar cualquier comentario.
Jasmine se levanta, se
quita la ropa y se mete debajo de las mantas.
—Desvístete tú
también. Y abrázame. Necesito que me abraces, porque hoy creí que me ibas a
dejar marchar.
Su compañera también
se quita la ropa y apaga la luz. Jasmine se queda dormida en seguida entre sus
brazos. Permanece despierta algún tiempo mirando al techo, pensando que, a
veces, una chica de diecinueve años, con su inocencia, puede ser más sabia que
una mujer de treinta y ocho. Sí, por más que lo temiese, por más insegura que
se sintiera en ese momento, se vería forzada a crecer. Tendrá un poderoso
enemigo al que enfrentarse: seguro que HH va a ponerle todas las dificultades
posibles para no dejarla participar en la Semana de la Moda, en octubre.
Primero, insistirá en comprarle la marca. Como eso va a ser imposible,
intentará desacreditarla delante de la federación, diciendo que no cumplió su
palabra.
Los meses siguientes
serían muy difíciles.
Pero lo que ni HH ni
nadie más sabe es que ella tiene una fuerza absoluta, total, que la ayudará a
superar todas las dificultades: el amor de la mujer que ahora dormía entre sus
brazos. Por ella, lo haría absolutamente todo, salvo matar.Con ella sería capaz de todo, incluso de vencer.
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