sábado, 3 de noviembre de 2012

¿Se aprenden valores en la escuela?


La educación está sumida en un patente “caos” que hace que se la cuestione en todos sus aspectos. El gran fracaso de los resultados de la misma en nuestro país les hace a los padres, no solo cuestionar los métodos de las escuelas, sino también plantearse en qué medida se trasmiten ciertos valores. Los estudios de a continuación muestran que valores, con intención o sin intención, se trasmiten. Ahora… ¿son los valores que los padres quieren para sus hijos?


La LGE en 1970, la Constitución de 1978, la LOECE (ley orgánica de estatutos de centros escolares) en 1980, la LODE  (ley orgánica de educación) en 1985, la LOGSE  en 1990, la LOPEG (1995), la LOCPFP (2002), LA LOCE (2002) y finalmente la LOE (2006) completan el casi “sarcástico” recorrido de las leyes del sistema educativo español en apenas 40 años. Esto, por sí solo, deja claro que los criterios sobre como asentar las bases que rigen, en última instancia,  la educación de nuestros hijos en las escuelas de este nuestro país están muy, pero que muy difusos.

Hay un anuncio de Mapfre que pulula por las calles que dice "Si la educación cambia tan rápido, no podemos educar como hace 20 años "

Está claro que este cambio constante demuestra las crecientes dudas de cómo afrontar asuntos de máxima relevancia como el desfase de contenidos curriculares con la metodología de estudio, la atención a la diversidad, el anclaje al sistema educativo europeo  o las igualdades de acceso, de oferta educativa o de resultados. Igualdades que se engloban dentro de la llamada “equidad” (mismas condiciones educativas para todos) que siempre nos venden pero nunca se cumple. Y en detrimento de la equidad se apuesta por la excelencia. Todo no se puede. O haces una educación “de cara a la galería” para la UE o equilibras condiciones dentro de tu país. O aparentas o eres. Ya sabemos para qué lado se suele decantar siempre el ser humano.

El caso es que la realidad sigue siendo la misma en España, y los padres se empiezan a plantear serias dudas sobre un gran abanico de aspectos educativos, entre ellos, los valores que se trasmiten en la escuela. ¿Realmente se trasmiten? La respuesta es sí. ¿Adecuadamente? La respuesta es probablemente no.

Los valores encubiertos:

Existe, actualmente, una controversia en EEUU sobre la enseñanza de valores. Muchos piensan que los colegios deberían enseñar ciertos valores; otros creen que la enseñanza de valores debería ser responsabilidad de los padres y la familia. Tanto si los colegios enseñan o no ciertos valores de forma explícita, lo cierto es que la investigación llevada a cabo en colegios de diferentes países sugiere que al menos lo hacen de forma implícita.

Joseph Tobin , David Wu y Dana Davidson grabaron en vídeo algunas clases preescolares en Japón, China y Estados Unidos. En cada país pidieron a los niños, profesores, padres y a la administración, su opinión sobre las grabaciones de los tres países. Analizando los comentarios se puede observar cómo se enseñan diferentes valores de forma implícita en cada uno de los países.

En primer lugar está la importancia del grupo frente al individuo. En EEUU la mayoría de las actividades diarias permiten algún tipo de elección individual; en Japón y en China predominan las actividades en grupo, aunque los japoneses son flexibles en cuanto a la hora de entrada, tiene más tiempo de recreo, mayor libertad para hablar y moverse que los chinos. En segundo lugar está la fuente de control. Los profesores japoneses cuentan con la ayuda indirecta del grupo para controlar el comportamiento de los niños. Después de 9 meses, por ejemplo, el niño revoltoso se sentaba solo durante la comida; los demás niños no querían sentarse con él. Por el contrario, los profesores chinos procuraban que los niños se comportaran como los demás del grupo mediante un fuerte control sobre el comportamiento. Los profesores norteamericanos también intervenían en caso de mal comportamiento.

Los valores culturales cambian. Aunque muchos miembros de la administración pensaban que los centros pre-escolares japoneses tenían un estilo claramente “japonés”, y, por tanto, muy satisfactorio, muchos padres y profesores japoneses criticaron al colegio y dijeron que existían “mejores” colegios en Japón, más parecidos a los norteamericanos.

Algunos japoneses pensaban que debía prestarse mayor atención a las necesidades individuales de niños inquietos. Algunos chinos aquejaron, al ver las cintas del colegio chino, que este era demasiado “anticuado”. Aún así seguían pensando que los colegios norteamericanos y japoneses daban demasiada libertad a los niños. Los chinos también señalaron la importancia de que sus colegios no “consintieran” a los niños, sobre todo ahora que los padres no pueden tener más que un hijo.

En conclusión de este estudio se puede decir que los colegios de preescolar de diferentes países intenta, tanto consciente como inconscientemente, socializar a los niños según los valores ya presentes en su cultura.

Pero vayamos un poco más allá. Está plenamente consolidado que los estilos educativos inconsistentes (p.ej. padres que se contradicen ellos mismos o entre sí a la hora de enseñar determinados modales  a su hijo) son los que más hay que evitar para que nuestros hijos se socialicen correctamente y aprendan unos buenos hábitos con los que desenvolverse en su futuro. Por tanto, es más importante que el entorno (padres, profesores, medios de comunicación, política, religión, ideología) no se contradigan a la hora de educar a un niño aunque, incluso, sea más autoritario que permisivo o viceversa.

Aunque hay que señalar que el estilo permisivo, muy de moda, siempre da peores resultados que el estilo equilibrado o consistente (el mejor) o incluso el autoritario. Datos de investigaciones longitudinales (a lo largo de la vida de muestras representativas de niños controlando variables económicas y socio-demográficas) sobre conflictividad, fracaso escolar, inserción al mundo laboral e incluso fracaso en las relaciones de pareja en el futuro confirman la hipótesis.  Pero lo relevante, por tanto, es no contradecirse. Si no, el niño no asimilará “ni una cosa ni otra”. Sabiendo esto. ¿Si los valores que se trasmiten por padres, profesores, etc. se hacen de forma implícita, y por tanto por criterios personales, individuales y por tanto, irremediablemente contradictorios no se deberá buscar una unificación explícita  de valores? 

Ahora… ¿qué valores nos trascienden a todos a pesar de nuestras diferencias? Esta es la gran pregunta. ¿Qué es y debe ser lo importante en esta vida para todos a pesar de todas nuestras diferencias? ¿Qué necesitamos todos por igual? Algo me dice que son pocas cosas las que realmente necesitamos. Ahora, socialmente, es otra historia.

Contradicciones humanas

Desde el inicio dejé claro que el sistema educativo, en concreto el español, no tenía claro los criterios que rigen las bases sobre las cuales asentar una determinada forma de educar. Pero después de comprobar en el apartado inmediatamente anterior que también son los propios padres los que se contradicen en sus opiniones ya no nos queda tan claro a quien echarle la culpa. ¿Sirve ahora el gobierno y el sistema educativo de chivo expiatorio?

¿Porque dentro de los propios japoneses hay quienes afirman con rotundidad que sus escuelas siguen un formato educativo (y de trasmisión de valores) totalmente “japonés” y apropiado, pero paradójicamente, también los hay (y en abundancia) que preferían colegios “más parecidos a los norteamericanos”?

Los diseñadores del estudio atribuyen esta paradoja humana a que las culturas cambian. ¿Y yo me pregunto no será ese el mayor error? Dejemos de echar balones fuera. Dejemos de maniatarnos. Las culturas puede que cambien… pero ¿No cambian aún más las personas? O más que cambiar… ¿No será que las personas son diferentes en su forma de pensar más allá de lo que una determinada cultura pretenda imponer? Pero recuerden al ser humano, hedonista por naturaleza, le va más el aparentar que el ser. Y con esta lógica vivimos ciegos, siguiendo a la mayoría. Quizás el día que cambie esto nos demos cuenta de que las “culturas” no son más que una “piel sobre la piel”. Algo que nos representa y con lo que nos identificamos, y que por tanto, ciegamente seguimos.

Pero la globalización actual, globalización que también es cultural, para bien o para mal, nos está zambullendo en  una “marea” de valores, formas de vida y culturas contrapuestas, convergentes en ciertos puntos y divergentes en otros. El resultado es que el chaval inexperto de temprana edad, el pre-adolescente, aquel que busca con qué identificarse precisamente, ese chaval de hoy en día no tiene a que agarrase. Los valores familiares y “la tradición” están pasados de moda. Nuestra historia tanto mundial como personal de cada uno de nosotros están pasados de moda, eso de no obviar nuestro pasado para crear nuestro futuro es, ahora, una falacia.

Lo cierto es que internet y la sociedad de la información brinda a las nuevas generaciones una oportunidad esplendorosa para conocerse a sí mismos. Una gama de oportunidades para desarrollar valores propios que no brindaba una sola “familia” en generaciones pasadas. Oportunidades acordes a las demandas de la diversidad humana. Diversidad más grande y significativa que cualquier “cultura”. Más oportunidades de conocerse a uno mismo. Tradición o libertad. Pasado o futuro. Los senderos podrían y deberían confluir. Pero en uso y usura parecen bifurcarse. ¿O que le importa a usted más a caso? ¿Ser o aparentar? ¿Sabrá usted encontrar sus valores? ¿Sabrá acomodarlos a los de su cultura? ¿Encontrará su “tronco al que amarrarse” en esa “marea” de información que es la sociedad actual? ¿Sabrá como trasmitirles esos valores a sus hijos? ¿Deberá? ¿Es tanta la diversidad humana como para que ni padre e hijo deban compartir unos mismos valores? ¿Y los profesores? ¿Y los gobernantes? Los criterios lejos de poder ser unificados están cada vez más difusos.

Adultos rebeldes:

¿Queremos que nuestros hijos asimilen valores? ¿Pero acaso nos hemos mirado los adultos al espejo? ¿Somos tan adultos y maduros como nos creemos?

Hay un anuncio de Mapfre que pulula por las calles que dice "Si la educación cambia tan rápido, no podemos educar como hace 20 años "

¿Saben que los psicólogos educativos y del desarrollo informan de que, globalmente, cada vez los jóvenes tardan más en salir de su “adolescencia”?. El inicio de la “adolescencia” para los psicólogos está claramente marcado por los cambios biológicos y hormonales, pero el final de la misma es sumamente ambiguo por la razón de que el criterio que se ha establecido para marcar su final es la independencia o emancipación, la cual depende de un criterio social, y este es difuso, precisamente por depender de culturas determinadas, de situaciones económicas determinadas y de valores determinados. Y esto es así porque nuestro sistema endocrino no interactúa con el de otra gente, las culturas en cambio, sí. He aquí la subjetividad de la psicología como supuesta “ciencia”.

Esta independencia o emancipación de los jóvenes, cada vez, tarda más en producirse tanto que se ha tenido que “inventar” una nueva etapa de la adolescencia, “la adolescencia tardía” (a partir de los 18 años).A los jóvenes, cada vez, les cuesta más encontrar su sitio.  La adolescencia se entiende por tanto como una transición, un proceso más de expectativas que de logros, aquel proceso en el que identificamos los valores de fuera y los hacemos propios. Cada vez hay más “valores” fuera. La “correa” es mucho más amplia. Pero también lo es la búsqueda. Y eso es bueno, siempre y cuando no nos perdamos.

“La adolescencia termina con la conciencia de la necesidad y de la belleza del trabajo, de la realidad del trabajo” […].Connie Palmen. Las leyes.

Stanley Hall, pedagogo y psicólogo estadounidense especializado en la influencia de la genética en las sociedades y el desarrollo humano, definió un día el desarrollo evolutivo de la especie humana como una analogía del desarrollo y transcurso de la vida de una persona. Este paralelismo tiene antecedentes ya en Empédocles (484-424 a. C.), la ley biogenética de Haeckel (1866) y el darwinismo social (1879).

S.Hall (1904) entendía el desarrollo ontogenético (desarrollo vital) como una “maqueta” del desarrollo filogenético (desarrollo evolutivo de la especie a lo largo de años, generaciones, siglos…).El psicólogo estadounidense fue más allá. Según Hall si la evolución de la vida de una persona es una “maqueta”  a pequeña escala de la evolución de la especie, las distintas etapas confluirían también, y así, la adolescencia se convertiría en el punto más importante, ya que es el punto de inflexión entre “el hombre instintivo” y “el hombre actual”; es decir, allí donde los valores, finalmente, se asientan.

Puede que este científico no andará tan desencaminado y estemos en nuestro momento de la historia más complejo, que no más duro en cuanto a “bienestar” y a condiciones de vida se refiere. Sin embargo, vivimos en constantes contradicciones por todavía no saber si somos empollones, punks, “barrio-bajeros” sin futuro, poligoneros, hijos de mileuristas, chonis, universitarios, revolucionarios, inmigrantes, heavies, intelectuales, deportistas, frikis o saber que otras categorías sociales con las que identificarse. Y con la globalización el abanico de posibilidades se multiplica. Y a mi juicio, eso es bueno.

Puede que cada vez, precisamente, por tener los limites más difusos que nunca estemos pasando de nuestra “adolescencia evolutiva” a nuestra madurez. Puede que algún día sea ese día en el que todos esos punks, poligoneros, heavies, revolucionarios e intelectuales acaben convirtiéndose en lo que todo el mundo, en simples y aburridos padres y madres de familia, con una hipoteca tan pesada como su matrimonio. Pero habiéndose encontrado a sí mismos. Dejando la atractiva libertad a un lado, para encontrar la aburrida paz. 
Pero también es cierto que  la tercera parte de este mundo daría un brazo por poder gozar de la estabilidad de hipotecas y matrimonios de los que disfrutamos en el mundo “desarrollado”. Descompensadamente desarrollado diría yo. “Pero así nos creemos menos simples y más poderosos. Nos creemos un poco menos pequeños en este universo. Con más control. Pero en esas ansias de progreso la polución ya casi no deja contemplar las estrellas. ¿A quién le importan? ¿A quién le importa aquello que no se puede alcanzar?”...

– ¡Calla mujer! ¡Deja de mirar al cielo! ¡A caso crees que las estrellas alimentan a esta familia! ¡Apártate de la ventana y déjame coger el reloj que está en el poyete!, llego tarde al trabajo, me esperan en wall street, los taxis si se pueden alcanzar, la bolsa cae en picado y hay que reconducir y controlar  la situación, no podemos perder más, ¡ah! se me olvidaba, no se te olvide recoger a los niños de la escuela, que te vaya bien el día, un beso cariño-

¿Paz en lugar de libertad? ¿Asusta verdad? Más le asusta a las primeras responsables, la política y la economía. Pero tranquilos, siempre podremos viajar al mundo de nunca jamás con Peter Pan. Así todo seguirá igual, “adolescentes rebeldes”. Ahora no esperen, entonces, una unificación de valores. Como decía Okham “la mejor explicación suele ser la más simple”. Y lo más simple apabulla la mente humana tanto como la paz. Como reza una canción de “fito y los fitipaldis” quizás la respuesta sea no preguntarse ¿por qué? Y sencillamente vivir y dejar vivir. Y eso, solo si lo entendemos, solo si nadie nos lo impone, también es libertad.

Fuentes:



Jesús García Muñoz

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