sábado, 31 de agosto de 2013

La importancia social de la cultura: ¿Quien gritó independencia?


El término "cultura", que originalmente significaba la cultivación del alma o la mente, adquiere la mayoría de sus posteriores significados en los escritos de los pensadores alemanes del siglo XVIII, quienes en varios niveles desarrollaron la crítica de Rousseau al liberalismo moderno y la Ilustración. Además, un contraste entre "cultura" y "civilización" está usualmente implícito por estos autores, aun cuando no lo expresen así. Dos significados primarios de cultura surgen de este período: cultura como un espíritu folclórico con una identidad única, y cultura como la cultivación de la espiritualidad o la individualidad libre. El primer significado es predominante dentro de nuestro uso actual del término "cultura", pero el segundo juega todavía un importante rol en lo que creemos debería lograr la cultura, como la "expresión" plena del ser único y "auténtico". Richard Velkley



La cultura globalizada

Se estrena nueva película de James Bond. Rápidamente todas las cadenas de televisión se apresuran para meterte entre pecho y espalda toda la saga, los juguetitos del Happy Meal hacen acopio, los cromos de las bolsas de patatas, las marcas de elegantes relojes o coches made in “007” y finalmente las conversaciones. ¿O es al revés? ¿Son primero las conversaciones? Realmente se trata de un proceso interactivo, en el que el ambiente interactúa (o en caso de la publicidad, manipula) con el espectador que ha visto la ultima de James Bond e influye en sus valores e intereses, y su vez, sus propios valores e intereses interactúan con el ambiente exterior. En resumen, lo interpersonal (la publicidad, perdón, el medio) interactúa con lo intrapersonal (el consumidor, perdón, el individuo).


En un mundo en el que cada día, la publicidad, la competitividad comercial y el posicionamiento en el mercado de “las ideas” tiene mayor valor, no viene mal recordar que la cultura también se compone de ese rol, del que hablaba Velkley, individual e intrapersonal. El que puede decidir por qué o quienes se dejará influir, el que puede decidir  a quién o quienes influir. El que es libre.

Películas, series, libros que se publican. Manifestaciones materiales, espirituales, pictóricas, esculturales, arquitectónicas, literarias, ideológicas, tweets, estados de facebook. La cultura es lo que se compone de todas estas manifestaciones. Y lo que es más importante, es lo que hace vibrar y brillar a la cultura. Esas manifestaciones representan a una o a varias personas que las identifican como parte de un conjunto mayor de individuos. Normalmente nuestra percepción está sesgada en este sentido, y la percepción de la masa de personas con las que compartimos valores es mayor en nuestra mente de lo que lo es en la realidad. Pero es la ilusión de compartir una idea con grupos de personas en aumento lo que mueve al “creador”. Porque otros tipos de saberes que se pueden calificar de instrumentales se mueven por “técnicos”, no por creadores, técnicos que se dedican a utilizar el medio, no a crear a partir de él. Pero a diferencia de estos saberes, la cultura es una creación del ser humano, una creación movida por la necesidad de ser compartida.

Así, la cultura se convierte en un bien  y fenómeno común, ya que todos y cada uno de nosotros, al vivir en sociedad, aprendemos de lo que nos transmiten las generaciones anteriores y, con ese conocimiento, podemos contribuir a que la cultura siga creciendo y perviviendo. Sin embargo, la cultura también nos diferencia, ya que cada grupo social construye sus representaciones culturales propias  de acuerdo a sus intereses, preferencias, miedos, inquietudes, etc. Así, no es lo mismo la cultura de un país occidental que la de un país oriental, como también puede ser diferente la cultura de una región de un país con otra región del mismo país o incluso las culturas que representan a diferentes grupos sociales que conviven juntos en un mismo espacio geográfico.

Hoy, debido al proceso de globalización y los avances en telecomunicaciones, transportes e internet, estas diferencias, se encuentran en un proceso exponencial de contraste, confrontación y disminución de sus diferencias potenciadores de conflicto, de manera que cogemos de otras culturas lo que nos es mejor y desechamos de las nuestras lo que no nos beneficia, mientras mantenemos lo que no nos perjudica. La disminución de la violencia, las revoluciones por los derechos de mujeres, homosexuales, etnias u otros colectivos marginados antaño dan fe de ello.

El sentimiento de pertenencia como motor de la cultura

La importancia social de la cultura  radica en el hecho de que es esta la que nos otorga un sentimiento de pertenencia. Cada uno de nosotros se siente representado por un grupo de tradiciones, conductas, hábitos, valores, emociones y pensamientos que son más o menos parte de la sociedad en la cual se desarrolla nuestra vida cotidiana y que nos ofrece una idea de pertenencia.

He aquí dónde encontramos la otra cara de la moneda. Si la cara de la globalización es la disminución de la diferencias entre culturas divergentes potenciadores de conflictos, la cruz es la disminución del sentimiento de pertenencia. Sentimiento y necesidad básica y placentera para todo ser humano. Que se lo digan a los hinchas de la selección española cuando Iniesta marcó el gol de la victoria en la final.

Pero lo nuestro, nuestro país, nuestra cultura (tanto a nivel macro, de país o continente, como a nivel micro, de familia o pareja) ya se nos queda pequeño solamente ante la inmensa ventana encima de nuestro escritorio. El hecho es que tenemos más posibilidades, más alternativas, somos más independientes. No tenemos porqué aferrarnos a nada, ni a nadie. La vida cotidiana se nos queda aburrida ante la exclusividad, frescura y novedad que tenemos a un click de ratón, o a una conversación por whatsapp. Que nadie crea que esto es una especie de defensa al  “patriotismo”, nada más lejos que eso. La globalización, ha permitido el respeto y la confrontación sana de ideas, la libertad de pensamiento y el intercambio de puntos de vista enriquecedores y constructores de una joven y prometedora cultura compartida internacional. Que el sentimiento de partencia se vea perjudicado es simplemente una condición de una necesidad humana que se sitúa en un continuo y, que como tantas otras, es sana en su equilibrado consumo. No en su exceso irracional, que puede llevar, incluso, al fascismo. Ni en su defecto que puede llevar a una existencia autónoma pero errante e inestable, Una vida indeterminada, desarraigada o insatisfecha constantemente sin razón de los individuos de una sociedad.

Teniendo esto último en cuenta, no es extraño que estudios psicológicos al respecto esclarezcan que en las sociedades de hoy se produzcan más emparejamientos civiles en las sociedades industrializadas que en las no industrializadas o menos desarrolladas. Se cree que la mayor soledad que se experimenta en las primeras es un factor fundamental para hacer de nuestras parejas una propiedad privada. No obstante, últimamente parece que el número de emparejamientos se está equiparando al de otras zonas más rurales. Había algo que no funcionaba, ni funciona. Y es que, parece ser que en la cultura de nuestro siglo los capitalismos sentimentales se están muriendo junto a los capitalismos económicos. Aunque, de momento, solo sea en nuestras mentes y en nuestra  cultura, y no tanto en la economía.

Si hay un sentimiento  despertándose aún, joven, que prima en la cultura inmediata actual es que el capitalismo y el neoliberalismo no funcionan. Estos, a pesar de que a priori no podemos redimirlos de la inmensa mayoría de nuestras mentes (y no de las mentes u acciones de nuestros gobernantes, como creen muchos ignorantes consumistas compulsivos) no funcionan. Había algo que no funcionaba, ni funciona. Pero si de algo es capaz la cultura es de enmendar sus propios errores.

"Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida.
Pero esto no es así: la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo.  Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada uno de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso.  Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie.  Y esta es la verdadera experiencia de la libertad: Tener lo más importante del mundo sin poseerlo."Once Minutos. Paulo Coelho.


No obstante, y a  pesar de la fuerza que siempre tendrá una cultura en la sociedad. Conviene dar un toque de atención. Quien piense que con las telecomunicaciones, internet y la globalización, la cultura puede crecer más como vehículo de las tradiciones, inquietudes, sentimientos, emociones y valores de unos ciudadanos que comotorpedo de innovaciones, seguridades (tan volátiles como el mercado), balances económicos, beneficios y productos sin alma es que no ha pasado por la, ¿madrileña?, estación de Vodafone sol, no conoce la liga de fútbol BBVA y no ha reparado en el teatro Cofidis. Quien crea que una cultura de productores y consumidores nunca podrá eclipsar hasta límites insospechados (quizás tan insospechados como las predicciones del próximo informe del FMI) a una cultura de personas libres es que no está al tanto de lo que pasa en el mundo. Y al ritmo al que pasa.


Si realmente la cultura es un proceso interactivo, quizás llegue el momento en el que la expresión plena e individual del ser humano auténtico (esa de la que hablaba  Richard Velkley) se revele contra todo un entorno que amenaza con irle quitando pedacitos de su alma a escondidas, en favor de una sociedad del bienestar materialista más minoritaria en tanto en cuanto todos nos emperramos en no quedarnos atrás, en que sea de todos y para todos. Pero nadie sacrifica su patrimonio, su proyecto de vida, su economía. Ni los que tienen menos, ni los que tienen más. No hacen falta PIB´s,  índices económicos, ni muchos ceros en la nómina del vecino para encender el orgullo, solo es necesario estos dos adverbios, “más” y “menos”. Y quizás el orden de ambos se haya invertido. Seria irrisorio que una simple cultura Maya que imaginó que en el futuro se invertirían los polos resultase ser más precisa y oportuna que las matemáticas de las ciencias económicas aplicadas al ser humano. ¿No les parece?

El archiconocido filósofo Friedrich Nietzsche dijo una vez que “el hombre de toda fe, “el creyente” de toda especie, es por necesidad un hombre dependiente.

En relación con esto, otros autores estudiosos de la psicología de los grupos humanos mantienen lo siguiente:

"La concepción del grupo como un todo dinámico debe incluir una definición del grupo que se basa en la interdependencia de los miembros (o mejor, de las subpartes del grupo). Me parece muy importante este punto, porque muchas definiciones del grupo toman como factor constituyente la similitud de los miembros del grupo más que su interdependencia dinámica. A menudo, por ejemplo, se define el grupo como compuesto por un número de personas con ciertas  semejanzas, especialmente de actitudes. Creo que es necesario entender que tal definición difiere fundamentalmente de la del grupo basado en la interdependencia de sus miembros. Es muy posible que un número de personas posean ciertas semejanzas  -por ejemplo, de sexo, raza, posición económica, actitudes- sin constituir un grupo en el sentido de ser partes interdependientes de un todo social.[…] No obstante es preciso comprender que une definición del grupo basada en la igualdad de los objetivos o del enemigo es también una definición por similitud. Lo mismo vale para la definición del grupo por el sentimiento de lealtad o pertenencia de sus miembros. Por consiguiente, si se desea utilizar el sentimiento de pertenencia como criterio del grupo, tal proceder será válido si se apunta hacia la interdependencia que ese sentimiento establece. Debe comprenderse, sin embargo, que la lealtad o sentimiento de pertenencia es solo una variedad dentro de los tipos posibles de interdependencia que pueden constituir un grupo (otros son la dependencia económica, el amor o la vida en común en un área determinada)." Lewin, 1978, p. 142-143

Sin duda, creo que Nietzsche tenía razón. Y también creo que faltan hombres dependientes. Creo, como Lewin, que hoy en día se desatienden otros tipos de interdependencia menos valorados por una cultura, que cada día, es menos cultura en una sociedad que, a pesar de su eficiencia, cada día es menos social, menos grupo y, en cambio, más empresa. ¿Empresa para qué? ¿Para quién?

Quizás antes de hacernos preguntas sobre todo el bien que hacemos a una sociedad, deberíamos preguntarnos, cuanto bien recibimos de ella. Quizás hoy, en este mundo superpoblado y lleno de recursos, no sea independencia lo que nos falta, sino todo lo contrario.


Y es que la cultura no solo se ha construido del anciano que cuenta sus batallitas, sino también del nieto dispuesto a escucharlas. Del mismo modo que la comunicación nunca se ha compuesto solo de emisor, sino también de receptor, la cultura no solo se ha compuesto por independientes, ya consagrados, proveedores de información, sino también por acreedores dependientes de ella.

Jesús garcía Muñoz



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