El popular emperador Romano, ebrio de
locura, fuego y sangre, castigado (o ajusticiado) en parte por la literatura,
tuvo sus problemas hasta llegar a convertirse en el monstruo que nos pinta la
historia. Seguidamente repasaremos su perfil psicológico y emocional en un
desnudo sentimental. Pero ojo con exagerar la violencia en las historias. Ya
saben lo que se dice “La historia se repite a sí misma”.
Nerón
fue cruel, nació cruel, un tirano pasota que cantaba y tocaba la lira desde en su balcón mientras veía como Roma se quemaba según sus enloquecidas y caprichosas
órdenes. Por lo menos, eso es lo que cuenta la historia a simple vista.
Estas opiniones se basan
fundamentalmente en los escritos de Tácito,
Suetonio y Dión Casio. Pocas de las fuentes antiguas que han sobrevivido lo
describen de manera positiva. Y quizás el personaje no sea exactamente tal y
como nos lo pintan.
La mente humana tiende a calcular la probabilidad de un acontecimiento
a partir de la facilidad con que puede recordar ejemplos, y las escenas de carnicerías tienen más
probabilidades de llegar a hogares y grabarse en la mente de sus habitantes que
las secuencias de personas que mueren de viejos. Con independencia de lo
pequeño que sea el porcentaje de muertes violentas, en números absolutos
siempre habrá las suficientes para llenar el telediario de la noche, de modo
que la impresión de la gente respecto a la violencia no se corresponderá con
las proporciones reales de dicha violencia.(S,Pinker 2012)
La similitud de los documentos
que relatan los insensibles actos de Nerón es motivo de controversia en la
actualidad. Separar realidad de ficción, en relación con los escritos clásicos,
puede resultar muy difícil. Y castigar sin más al malo malísimo, aunque
justo, puede que a veces no sea la respuesta.
Agripina, “la madrastra del cuento”
Sin embargo, buscando un poco
más, la historia también nos habla de en un niño traído al mundo por una madre seriamente trastornada. Nerón, estando
ya en su estado tiránico y depravado, se sentía en su salsa entre muerte
y torturas, y su perfil psicológico lo llevó a utilizar sádicos y espeluznantes
métodos de asesinato.
“[…] Nerón era un esclavo de su madre en todos los aspectos, y a la
postre fue esa dependencia la que determinó el conflicto de su vida. Agripina,
que le había tomado el gusto al poder, que se embriagaba en él, olvidó o no
quiso percatarse de que el sobreprotegido hijito de mamá se había convertido en
un hombre independiente en su manera de pensar y sentir." Philip Vandenberg
Agripina embaucó a Claudio para que adoptara
a Nerón en el 51 d.C., señalándole como heredero (en lugar de elegir al que se
suponía su propio hijo, Británico); para fortalecer su posición casó a
Nerón con otra hija de Claudio, Octavia, en el 53; y, finalmente, asesinó al
emperador en el 54, dejando el camino libre para su hijo. Éste fue proclamado emperador
con sólo 17 años por la guardia pretoriana, dirigida por el prefecto Burro.
Cuando Agripina sospechó que Nerón pretendía sacudirse la tutela materna, empezó a
conspirar con Británico para derribarle, y Nerón respondió haciendo asesinar
tanto a Británico (55) como a Agripina (59).
En la psicología de lo inconsciente,
Agripina da nombre a uno de los complejos conocidos. El complejo de Agripina tiene
el mismo significado que el complejo de Edipo, descrito por Freud. Sin embargo
los psiquiatras belgas Sollier y Courbon
reprocharon la denominación freudiana ya que el Edipo de la leyenda griega no
sabía que cometía un incesto, pues desconocía el hecho de que su esposa,
Yocasta, era en realidad su madre. Consideran más adecuado el término Complejo
de Agripina, en razón de que la emperatriz romana de ese nombre trató de
seducir a su hijo Nerón.
La mente de Nerón
Nuestro
Nerón no duda en condenarse a sí mismo y en condenar un reinado regido por la
férrea ley que le habían impuesto sus pasadas grandezas. Y también lo hizo para mantener vivos sus fundamentales concepciones del derecho público y privado, de las costumbres y de la moral, de su antiguo
politeísmo hedonista y pagano. Más, no parecía mostrar interés por preocupaciones
ajenas a su propia supervivencia.
Apoyándose en todo lo
dicho y hecho por sus predecesores, prefirió dejar estancada la herencia cultural en la que una vez brilló Roma.
Nada ni nadie pudo ya evitar que el joven emperador Nerón, como antes lo
hicieron el libidinoso Tiberio, el
demente Calígula y el patoso y
renqueante Claudio, se abocara
definitivamente a una vida de total esparcimiento y desinterés. Y por más que
Nerón presumiese de que la naturaleza le había concedido un especial don de
gloriosa desenvoltura en cuanto a empresas amorosas y poéticas, jamás para las
políticas y guerreras, se comportó como el apuesto caballero al que se le
abrían fácilmente todas las puertas de palacio de la depravación más absoluta. Así,
está última labor, rol o cometido, acabo
interiorizándose en la mente de Nerón, y el mundo que le rodeó lo llegó a
"apreciar" de pleno, empezando por su misma madre, la violenta y
dominadora Agripina, e incluso fue apreciado por su preceptor Lucio Anneo Séneca, influencias que
reforzaron su personalidad.
Así, su orden y dogma
de vida venía forjado por su carácter insolente,
versátil, lujurioso y egocéntrico, y por un principio de individuación criminal que no tardaría
en avalar con el matricidio y uxoricidio.
Actos que trazan ya el extremismo autocrático,
y casi esquizofrénico, de Nerón,
El perfil psicológico del emperador ha vivido ya su
primera mutación. Egocentrismo, intemperancia y crueldad se hacen
patentes en su reinado para sostener una vida lujosa y parásita.
Fue como, si
una vez inmerso en el horror que iba a condicionar su escaso futuro jerárquico,
se sometiese a un enérgico "lavado de cerebro" y a toda clase de
cuantas nefastas tentaciones pueden acompañar el Poder. En la voluntad del
emperador se originan conceptos inexplorados de rigidez abominable, de
perversiones, de elegancias, y de voluptuosidades que concederán los más
impuros matices a su figura de hombre joven seducido por el refinado y
exquisito sensualismo de la vida palaciega. En consecuencia, Roma vuelve a
flagelar a su "imperator" con el sadismo que suele guiar todo deleite
de perdición. El Poder pesa en la frente como un bronce y participa del
pavor de las sombras. Sombras de horrores pretéritos que también se detienen ya
ante él contemplándole y forjando apariciones de difuntos príncipes que dejaron
tras ellos la llaga ardiente de su ética equívoca, de sus crímenes, del
simbólico paralelismo en las acciones que abrirían para ellos la senda de su
autodestrucción. El Imperio no era en realidad más que un inmenso cadáver tendido
a lo largo de su existencia y con el que tendría que convivir interiormente a
solas. Eso era lo horrible. Vivir con sus culpas calladas, sus congojas, sus
pesadillas, y defenderse a sí mismo del rigor de su conciencia mientras trataba
de colmar todas sus tenebrosas inquietudes (Kentauro, 2012)
Tipos egocéntricos. Nerón
¿Psicópata o Sociópata?
Existen clasificaciones provenientes de la psicología
alemana que establecen tipos egocéntricos. Se puede hablar,
fundamentalmente, de cuatro tipos. Dos activos y dos pasivos. Pero todos ellos
son figuras y factores mantenedores en gran medida de la violencia, los
primeros porque la ejercen, los segundos porque la permiten pasivamente.
El cuadro de Künkel ilustra el cruce de estos
cuatro temperamentos con educaciones egocéntricas excesivamente débiles y
severas, que dan lugar a los cuatro tipos caracterológicos de egotismo
infantil, que preparan a los neuróticos de mañana:
Educación débil
|
Educación severa
|
|
Activos
|
Estrella
+100=admiración
-100=ridículo
|
Nerón
+100=dominio
-100=dependencia
|
Pasivos
|
Cenicienta
+100=protección
-100=responsabilidad
|
Tortuga
+100=aislamiento
-100=turbación
|
Así, podemos ver como Nerón da nombre al tipo
activo con educación severa, o al también llamado, tipo “dominante”.
[…]El tipo
estrella necesita público que le aplauda, si falta, siente que se derrumba, no
puede estar solo, no soporta el silencio, tiene necesidad de escenario.
Cenicienta necesita un protector vigoroso y suave como un guante. Tortuga no
tendría motivos por los que vivir si no existiese un mundo al que despreciar y
con el que enfadarse. Nerón, como todo dictador, necesita a débiles a los que
someter, sin darse cuenta, es esclavo de sus esclavos: iguales, superiores,
inferiores, dependientes hijos, etc. (J.B.
Torelló)
A diferencia del tipo Estrella que tiene como deseo “proteger” , el tipo Cenicienta “ser protegido”, o el tipo Tortuga ser ignorado y dejado solo, el tipo Nerón tiene como máximo impulso
el dominar. No importa el cómo; desde las alturas de la presidencia del
Gobierno, desde el fondo de una cueva de ladrones, desde el movimiento del
magnate que controla el entero movimiento de la bolsa internacional, y, ojo,
pueden dominar siendo buenísimos y muy obedientes.
Piensan que su destino trágico e irremediable
es triunfar solos, no escuchar, trepar, humillar si es necesario para subir un
nuevo peldaño. Su única alegría es el poder, y la única pérdida la pérdida de
dominio, es decir, “la dependencia”. Nerón prefería morir a pedir un
favor, se tragaba las lágrimas con tal de no recibir consuelo o la compasión de
los demás. Los egocéntricos tipo Nerón se dicen cosas como “no hay que fiarse
de nadie”, “has de ayudarte solo, pues los demás no quieren hacerlo”, se suelen
casar con mujeres florero, que serán florero toda la vida, subyugará a
la familia con sus leyes, con sus rígidas normas y hará a sí de sus hijos otros
tantos egocéntricos.
El emperador Romano de niño, fue aplastado por una educación
dura, descuidada y negligente que lo abandonaba, lo que provocó un sentimiento
de ruptura con el mundo.
Es por ello que Nerón no constituye el perfil
del psicópata, sino el del sociópata (o, a lo sumo, el del psicópata secundario o neurótico), el de
aquel temperamento que ha sido más forjado por la sociedad, (su entorno cercano que le ha tocado vivir) que por la configuración
genética de su psique. El psicópata
primario nace psicópata en buena medida,
ya que las zonas cerebrales encargadas de la empatía y la compasión
no se activan como si que se activan en sociópatas o en psicópatas
secundarios/neuróticos.
Pero esto es alentador para la rehabilitación del sociópata,
ya que si un problema se ha aprendido por un entorno inapropiado, este puede
modificarse interviniendo en dicho entorno. Si algo es más adquirido o aprendido
que innato, siempre tendrá mejor pronóstico
para el cambio.
En pocas palabras, y no es un argumento literario ni
romántico, las terapias actuales para re-educar y reinsertar en la sociedad a
criminales como lo fue Nerón no se basan ni en castigar, ni en concienciar, ni
en populismos, ni en falsos tópicos ni en otra cosa que en darles buenas dosis
de lo que en su día les faltó, Amor.
Cuando el poder lleva dentro de sí las semillas de su propia
destrucción.
Sobre Agripina y Nerón se vuelcan
los peligrosos estímulos de unas mentes, que no habrán de detenerse ante nada
para superar, no ya las barreras, sino los desastres que van acumulando sobre
sus conciencias. Brutalidades que encierran ya en sí mismas las semillas de su propia
destrucción.
Los imperios no entienden la locura, siempre creen avanzar de la forma
más acertada, y desconocen que, por lo general, se abren camino a través del
caos que habrá de llevarlos a su indefectible ruina. (Kentauro, 2012)
En nuestra historia, la literatura
juega un importante papel, y hablo en presente. Está seguirá siempre
proyectándonos con el efecto de "identificación" a momentos de
nuestro pasado y retrotrayéndonos a los hechos que en él han tenido lugar. Y es
que culto y fervor por la Historia se asienta en este proceso psicológico de adoración colectiva por parte de los
lectores.
Se dan formas de vida que, pese a
haberse evaporado en el tiempo, vuelven a ser en sí mismas mercancías valiosas que nos otorgan una sensación de trascendencia,
sincronización e inmortalidad.
Puede que el hombre actual no haya
perdido ni un ápice de su ubicuidad espacio-temporal, ya que su vida,
recurriendo al tópico, sigue y seguirá siendo "una repetición de
repeticiones". Habrá que tener cuidado pues, con los relatos exacerbados
de violencia que nos gusta leer o escribir. Ya saben, “la violencia engendra
violencia”.
Desechemos la premisa que dice “si
quieres la paz trabaja por la justicia” y sustitúyela por la que
recomendaba Joshua Goldstein: “Si
quieres la paz, trabaja por la paz” (S.Pinker 2012)
“La violencia engendra violencia”.
Del hombre actual depende que éste
solo sea un tópico más, y no una repetición de repeticiones, de él depende que se
revele, no dejándose seducir por la violencia del mismo modo que hizo Nerón, el
telediario de las nueve, o el llamativo título de este egocéntrico artículo que
usted lee afanado, para por fin, dejar
atrás los egocentrismos de víctimas tortuga, salvadores estrella, floreros cenicienta
o patriarcas autoritarios y autócratas como Nerón y hacer historia. Auténtica historia, de esa sobre la que nadie
escribe porque no es especial, ni heroica, ni épica.
No es trágica, ni gloriosa, no es
dramática ni es esplendorosa. No hay guerras
pero tampoco victorias, tampoco derrotas. No hay posesiones, pero
tampoco pérdidas. No hay ganadores ni
perdedores, ni héroes ni princesas, ni caballeros ni trofeos, ni malotes
traumatizados ni angelitas a tres metros sobre el cielo, ni niños huérfanos ni
protectores caídos del cielo. Es historia cotidiana, simple, mediocre, poco
adornada, no enrevesada, sin altibajos, sin grandes problemas, aburrida, pero
desde luego, nada egocéntrica. De esa que no atrae, ni se lee, ni se ve. Porque lo esencial siempre ha sido
invisible a los ojos del hombre. Somos libres, ¿te quedas?
Jesús García Muñoz
Fuentes:
Quizá la avaricia de
la raza humana hará que todo se pierda
Se nos acaba el
tiempo, ya presionaron el botón de la cuenta atrás
Fortuna, Fama o
Placer