sábado, 14 de diciembre de 2013

La guerra de los mundos

En el anterior artículo El divorcio del Artista y el Científico; se exploraban las causas de sus problemas maritales. En este, sobrevolaremos posibles alternativas para una solución conyugal. O más que conyugal, libertaria, porque conyugal, suena muy mal, suena a yugo. Tantearemos como resolver los conflictos entre artistas, científicos y mucho más que eso.

Si bien las habilidades del hemisferio izquierdo nos han dado buenos resultados a lo largo de la era industrial, para la era del conocimiento que está emergiendo ya no van a ser suficientes. Ha llegado la hora de potenciar nuestro hemisferio derecho y promover un sano equilibrio entre ambos. Para lograrlo, el reto es descubrir un medio profesional para canalizar todo el potencial innato que reside en nuestro interior. De pronto encontramos la manera de conjugar una serie de elementos que antaño parecían contradictorios e incompatibles. El quid de la cuestión es si somos lo suficientemente valientes como para escuchar lo que sentimos en nuestro corazón. (B.Vilaseca, 2013)

En relación con la metáfora de Frabetti que comentaba el anterior artículo El divorcio del Artista y el Científico, sobre que nuestra desconexión cultural entre las ciencias y las letras es como un cerebro cuyos dos hemisferios tienen el puente que les conecta atrofiado, sobre esa metáfora conviene señalar que aunque el hemisferio (mayoritariamente) creativo es el derecho, y el hemisferio (mayoritariamente) analítico es el izquierdo, nuestros actos motores de nuestra zona izquierda del cuerpo son controlados por el hemisferio opuesto, el derecho (el creativo); y nuestros movimientos de nuestra zonas derechas del cuerpo son controlados por el hemisferio izquierdo (el analítico). Es por ello, que existe la creencia de que los zurdos son más creativos que los diestros.

Pero no es exactamente así, lo de que hay un hemisferio concreto para una determinada forma de procesar cognitiva (creativa o analítica) concreta es una leyenda, como lo es cualquier regla universal en cuanto a la forma de comportarse. No siendo así con el control puramente motor. De manera que aunque puedan ser más creativos o menos, los zurdos siempre emplearán más el software cerebral motor del hemisferio derecho (el opuesto). Los zurdos y también cualquier persona que, en menor medida, haga cualquier movimiento con la parte izquierda del cuerpo.

Todas las funciones cerebrales están solapadas. No obstante, la investigación informa de que una mayor lateralidad (predominancia de procesamiento en uno de los dos hemisferios, normalmente el izquierdo) inhibe los sentimientos, las emociones, la capacidad de innovación, de comprensión de significados ocultos, la creatividad y la intuición propia del hemisferio derecho. También se han encontrado interesantes resultados en relación con el género. Al parecer el género masculino (independiente del sexo masculino) presenta una mayor lateralización que el femenino (independiente del sexo femenino), de manera que las mujeres suelen ser, en probabilidad, más bilaterales, lo que les otorga una mayor flexibilidad cognitiva en el lenguaje, y lógicamente, una menor inhibición de las emociones. Lo que no quiere decir que estas mismas emociones no existan en los hombres, sino que estos las inhiben, porque usan menos ese hemisferio cerebral. Por ejemplo, estudios han corroborado que los músicos, independientemente de su sexo, hacen mayor uso de ambos hemisferios.


A continuación se muestra una tabla de las funciones predominantes, que no absolutas, en cada hemisferio.


Lateralización del lenguaje
Hemisferio izquierdo
Hemisferio derecho
Lenguaje verbal
Lenguaje no verbal
Capacidad de expresión
Aspectos afectivo prosódicos ( ej,  insulto o halago)
Procesamiento fonológico y sintáctico
Capacidad léxico semánticas (ej. comprensión de conceptos abstractos como “Libertad”, o metáforas)
Estructura del discurso
Comprensión del contexto, y pensamiento en red (carácter holístico)

La caída de la última dictadura

“Lo esencial es invisible a los ojos; tan solo puede verse con el corazón” (Antoine de Saint-Exupéry)

El hemisferio izquierdo, se encarga del control motor de la parte derecha de nuestro cuerpo. Por ejemplo, levantar el brazo derecho. Es el principal encargado de la  habilidad lingüística, de la capacidad de análisis, de la resolución de problemas matemáticos, así como de la memoria y el pensamiento lógico y racional. Es el más intelectual, formal y convencional de los dos; se le da muy bien absorber y almacenar información teórica y numérica, como nombres, definiciones o fechas. Por el contrario, tiende a controlar e inhibir sus sentimientos. Es muy obediente y disciplinado, y se rige por medio de normas, reglas, protocolos, leyes y procedimientos estandarizados. Es el responsable de la organización, el orden, la estructura y la planificación. Y utiliza el miedo para protegernos y mantenernos a salvo de potenciales amenazas y peligros.


El hemisferio derecho, por otro lado, se encarga del control motor de la parte izquierda de nuestro cuerpo, por ejemplo, levantar el brazo izquierdo. Es el responsable de la habilidad de interpretar señales, signos y metáforas, así como la capacidad de soñar y de comprender el significado “oculto” de las cosas. Es el que procesa la musicalidad, la capacidad para componer, para tocar un instrumento o bien para disfrutar de ello. Este hemisferio nos conecta con la dimensión emocional y espiritual de nuestra condición humana; nos permite sentir la parte cualitativa, intangible e inmaterial de las cosas. No tiene sentido del tiempo y está totalmente centrado y arraigado en el momento presente. Es el más artístico, original y rebelde de los dos; le gusta salirse de la norma e ir más allá de lo socialmente establecido.

Es experto en relacionarse con los demás. Destaca por su empatía, su compasión y su destreza para detectar los aspectos no verbales de la comunicación. Se le dan muy bien la percepción espacial, el movimiento y la orientación. Tiene una visión holística de la realidad, concibiéndola como una unidad donde todo está integrado e interconectado. Entre otras funciones, el hemisferio derecho nos permite desarrollar la intuición, la imaginación, la innovación y el pensamiento creativo; tiene facilidad para visualizar ideas e inventar cosas que no existían y que aparentemente no eran posibles. Y en definitiva, nos nutre de confianza para atrevernos a seguir nuestra propia voz interior (lo innato) y, en consecuencia, recorrer nuestro propio camino.

Los neurólogos han descubierto que ambos hemisferios actúan a la vez. Los dos presentan cierta actividad neuronal (en mayor o menor medida), independientemente del tipo de tareas que llevemos a cabo. Ninguno de los dos es más importante que el otro; más bien son complementarios. Hoy por hoy, la mayoría de nosotros estamos tiranizados por el hemisferio izquierdo, y es esta descompensación con nuestro hemisferio derecho lo que impide que muchos conozcamos la forma de cultivar la intuición y la creatividad necesarias para reinventarnos personal y profesionalmente, y conocernos a nosotros mismos.


Hemisferios sur y norte en el planeta, derecho e izquierdo en el cerebro, creativo y analítico en su forma de procesar, brazo izquierdo y brazo derecho en su forma de actuar. Todo es lo mismo.


El camino, la verdad y la vida

El izquierdo busca certezas; el derecho, nos conecta con la dimensión más inmaterial y espiritual. (B.Vilaseca, La hora del hemisferio herecho, El País 2013)

Frabetti afirma que el puente que une los dos hemisferios culturales y cerebrales está atrofiado. Quizás sea hora de actuar para reconstruir ese puente. Quizás sea hora de pensar más con el cerebro derecho y actuar con la mano izquierda, y no al revés. Porque en el mundo tangible la mano derecha ha buscado la certeza sin encontrarla.

Porque si la psicología hace mucho, mucho tiempo se definió como un ámbito que escudriñaba el alma humana. Y hoy sin embargo, se define como una ciencia que estudia el cerebro (y sus productos en el comportamiento). Si se puede equiparar el concepto abstracto de “alma” al de un hecho tangible como es el “cerebro”. Si es que se puede hacer eso, al menos admitamos que la única certeza de quienes actúan con mano derecha, es que el sustrato tangible que lo controla nunca ha sido el lado derecho de su alma, de su cerebro. Porque la única certeza del alma vacía, izquierda y que actúa con derecha, será alcanzar (dominar, conquistar, poseer sin conseguirlo), al alma llena, derecha e inmensa y que actúa con o como izquierda. Porque el alma certera siempre ha estado situada a la derecha, y por ello no busca la certeza. Porque ella en sí misma es la única certeza, el único camino y la única verdad.

¿Qué está pasando? El hecho de que la izquierda y la derecha actuales abracen la psicología evolutiva, después de décadas ofendiéndola, demuestra dos cosas. Una es que los hechos biológicos están empezando a cerrar el paso a filosofías políticas convincentes.

La creencia de la izquierda de que la naturaleza humana se puede cambiar a voluntad y la creencia de la derecha de que la moral se basa en que Dios nos dota de un alma inmaterial se están convirtiendo en empeños insostenibles ante el gigante de la ciencia.

[...] Una izquierda darwiniana es el intento más sistemático de planificar el nuevo alineamiento. Dice Singer: «Es hora de que la izquierda se tome en serio el hecho de que provenimos de los animales, y de que llevamos las pruebas de nuestra herencia, no sólo en nuestra anatomía y nuestro ADN, sino también en nuestra conducta». Para Singer esto significa reconocer los límites de la naturaleza humana, que hace de la perfectibilidad de la humanidad una meta imposible. Y significa reconocer los componentes específicos de la naturaleza humana. Entre ellos, el interés propio, que implica que los sistemas económicos competitivos funcionarán mejor que los monopolios estatales; el instinto de la dominación, por el que los gobiernos poderosos son vulnerables a los autócratas desmesurados; el etnocentrismo, que pone a los movimientos nacionalistas en peligro de cometer discriminación y genocidio. (S. Pinker, 2003)

Pero como el otro día pude leer en un silencioso, invisible y desapercibido grafiti en una calle de un barrio bajo “La historia que se escribe es la historia del pueblo”. Porque es ahí dónde está “la otra revolución”. Y el final del camino está cerca.

Rechacemos todos los todos, sus frustraciones y sus peligros, pero no perdamos en ello la experiencia de lo incalculable que hay en el amor. [..] En el amor no hay expertos ni gestores que valgan, aunque los periódicos se llenen de nuevos sacerdotes cargados de cifras, estadísticas e índices hormonales que nos digan cómo y hasta cuándo podemos amar. Cada desamor apaga el mundo. Cada nuevo amor nos pone a cero. Cada enamoramiento es un nuevo desacato que, pase lo que pase, nos compromete para siempre. Por eso, como escribía Blanchot, la comunidad de los amantes (sea a dos o a muchos, añado yo) destruye la sociedad. Destruye los parámetros que nos hacen funcionar en sociedad. Antes, o en otros lugares,  estos parámetros eran la autoridad del padre, las fronteras del linaje, la condición de género o los intereses patrimoniales. Hoy, estos parámetros son, cada vez más, los intereses particulares y los proyectos personales de ese emprendedor calculador en que nos estamos convirtiendo cada uno de nosotros.


La crítica al cliché del amor romántico, tal como se está generalizando actualmente, corre el peligro de venirle muy bien a ese emprendedor que gestiona proyectos y afectos, y lo pone todo en el mismo plano de lo calculable. En el capitalismo íntimo y emocional que ya nos corre por la venas y nos hace latir el corazón, todo tiene que ser intercambiable, reciclable, reversible. Pero si hay algo que no es sustituible es un amor. Ni el más efímero. Ni el más imaginario. Cada amor es un valor absoluto y eso el capitalismo no lo puede gestionar. Me importa muy poco si a ese amor le tenemos que llamar romántico o no. La gran literatura amorosa, previa y posterior al romanticismo, ha sabido transmitir a lo largo de los siglos ese valor incalculable, no gestionable, de la experiencia amorosa: por eso siempre ha puesto o la imposibilidad o la muerte entre los verdaderos amantes. Ésa es la pista: contra todos los posibles, amar es un combate a muerte con la sociedad. O ella, o nosotros. (Marina Garcés, La cruzada antiromántica, 2013)


Jesús García Muñoz

¿Eres de los rojos o de los azules?¿ Izquierda o  Derecha?¿Cual eliges?









¿Piensas que son los actos sencillos de entrega o amor los que pueden contener el mal o piensas que solo un gran poder puede lograrlo?





¿Miedo al desempleo?   ¿Miedo a la liberación?







Fuentes:


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