Miguel Delibes
de Castro en este mismo mes de noviembre, pronunció un discurso en el Museo de la
Ciencia de Valladolid, durante el coloquio “Ciencia y literatura”. El autor se
mostró plenamente convencido de que ciencia y literatura son “dos maneras
valiosas y complementarias de acercarse a la realidad, de conocer el mundo”, e
instó al empleo de las metáforas y otros recursos literarios para comunicar la
ciencia.
Hijo de novelista de renombre y
formado en ciencias biológicas, De Castro complementa sus trabajos de campo y
sus estudios científicos con su faceta divulgadora iniciada en sus años de
juventud con Félix Rodríguez de la
Fuente, trabajando como redactor de la Enciclopedia
Salvat de la Fauna y en otras obras importantes. Director de la Estación Biológica de Doñana, sus
trabajos de campo y estudios científicos se han plasmado en multitud de obras
(libros, artículos, etc.) de carácter
científico, requisito indispensable para ser reconocido como científico relevante.
El Biólogo, sorprendió al
auditorio comenzando el discurso, no con ciencia, sino con un relato. Sin
aludir a alguna novedad científica que pudiese unir en sagrado matrimonio a la
ciencia y a la literatura. Más bien al contrario, propuso una ilustración de
sus problemas maritales.
“Celebramos
un encuentro de poetas y científicos donde tuvimos ocasión de charlar sobre
nuestras inquietudes y proyectos, aislados en la naturaleza, a ratos al calor
de la lumbre en el viejo salón cinegético, y otros arropados por unas copas en
el comedor. Asistieron, junto a otros literatos menores (si acaso cabe esa
expresión), José Manuel Caballero Bonald y su encantadora esposa Pepa, junto a
Almudena Grandes y Luis García Montero. Leían en voz alta sus poemas en las
dunas, entre arenas y pinos y sin más público que una docena de naturalistas e
incondicionales, y confieso que eso me
perturbó.
[…] se armó
la de San Quintín cuando Juanito Pérez Mercader, físico onubense tan
inteligente y simpático como deslenguado, osó decir que los literatos lo tenían
muy fácil, dado que podían escribir cualquier cosa, pues la única exigencia
para su trabajo era resultar atractivo, no
requería exactitud ni minuciosidad. Los poetas se lanzaron a su cuello y
casi lo desgracian, invocando, con justicia, que pocas cosas hay tan medidas y
ajustadas como un poema, tal vez por eso, dicho sea de paso, el alemán
Weierstrass afirmó que “un matemático
que no sea un poco poeta, nunca será un gran matemático” (Miguel Delibes
de Castro, 2013)
Seguidamente mostró su postura de
que, si bien, tanto el Arte como la Ciencia abordan el misterio de nuestra
existencia, lo hacen de forma muy distinta. Y afirmó que “la ciencia resuelve misterios, lo que no siempre agrada a los
literatos”.
Parafraseando las reveladoras
palabras de un escritor que fue científico como Ernesto Sábato; “La ciencia
estricta […] es ajena a todo lo valioso para un ser humano: sus emociones, sus
sentimientos de arte o de justicia…”, pero “su utilidad aumenta a medida que se
vuelve más abstracta […]. Su poder se obtiene a costa de una progresiva
evanescencia del mundo cotidiano”. Si para cualquier niño es un golpe duro
aprender que no existen los Reyes, tal vez para cualquier adulto lo sea
deshacer el misterio de nuestros orígenes.”
Sin duda investigamos lo que nos
gustaría saber, y escribimos lo que nos gustaría leer. Y como dice De Castro,
esto a menudo genera un sabor agridulce, pues los resultados no suelen ser como nos esperábamos. Y digo yo; ¿y si
cogemos el camino contrario? ¿Y si investigamos lo que no nos gustaría saber y
escribiésemos lo que no nos gustaría leer? ¿Encontraríamos, así, lo que nos
gustaría saber y leeríamos lo que nos gustaría leer?
“La ciencia
trata de deshacer los misterios de la naturaleza, intenta que dejen de serlo
(aunque simultáneamente plantee otros nuevos, antes inimaginables). La
literatura se recrea en esos misterios del estar y el ser, nos ayuda a vivir
con ellos, nos propone hacernos uno con
ellos. La caza, por fin, utiliza métodos más expeditivos. Existiendo la
literatura y la ciencia, no les pediré
que se hagan cazadores y acaben tristes, como delincuentes detenidos. Pero
sí que me atrevo a pedirles que calienten su corazón leyendo, aprovechando esa
chispa emocionante de la literatura, y que al mismo tiempo armen su cabeza con
la racionalidad y la libertad que
aportan la ciencia y el conocimiento.” (Miguel
Delibes de Castro, 2013)
Todo lo hasta
aquí expuesto nos habla de los lazos que pueden unir a Científicos y Artistas
en sagrado¿ElDivorcio del científico y el Artista?, se desvelarán atisbos de
posibles problemas conyugales. Porque una relación conyugal, suena mal, suena a
yugo. Poco a poco, avanzaremos hacia progresiva redefinición de la relación
entre artistas, científicos, y quizás, mucho más que eso.
matrimonio. En el siguiente artículo
El pensamiento amoroso al que llamamos “romántico”
produce insatisfacción porque lo promete todo: el todo que
somos tú y yo, la pareja como centro organiza el todo de la vida afectiva, y
ese amor, tú, como todo lo que me puede ocurrir. Ante esa promesa de un todo
siempre insatisfecho, siempre frustrante, protestamos. Nos levantamos. Nos
desarmamos y nos desnudamos para encontrar otros imaginarios que el del
bodorrio de la cola blanca, la declaración de rodillas, las princesas Disney,
los celos posesivos y la sonrisa estúpida por toda la eternidad. Yo también
protesto. Yo también me arranco la cola
del vestido para aprender, de nuevo, a amar.
Rechacemos
todos los todos, sus frustraciones y sus peligros, pero no perdamos en
ello la experiencia de lo incalculable que hay en el amor.(Marina
Garcés, La cruzada antiromántica, 2013)
Jesús García Muñoz
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