Reflexionando


El círculo del 99. 06/07/2012



Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz.
Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertar al rey contando y tarareando alegres canciones de juglares. Una gran sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día, el rey lo mandó a llamar.
—Paje –le dijo— ¿cuál es el secreto?
—¿Qué secreto, Majestad?
—¿Cuál es el secreto de tu alegría?
—No hay ningún secreto, Alteza.
—No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
—No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
—¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿por qué?
—Majestad, no tengo razones para estar triste. Su alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz?.—Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar – dijo el rey—. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
—Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando...
—Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos.
Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.
—¿Por qué él es feliz?
—Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
—¿Fuera del círculo?
—Así es.
—¿Y eso es lo que lo hace feliz?
—No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
—A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.
—Así es.
—Y él no está.
—Así es.
—¿Y cómo salió?
—¡Nunca entró!
¿Qué círculo es ese?
—El círculo del 99.
—Verdaderamente, no te entiendo nada.
—La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.
—¿Cómo?
—Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
—Eso, obliguémoslo a entrar.
—No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
—Entonces habrá que engañarlo.
—No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará, solito.
—¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
—Sí, se dará cuenta.
—Entonces no entrará.
—No lo podrá evitar.
—¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
—Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
—Sí.
—Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!
—¿Qué más? ¿Llevo guardias por si acaso?
—Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
—Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey.
Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:
           
ESTE TESORO ES TUYO.
ES EL PREMIO
POR SER UN BUEN HOMBRE.
DISFRÚTALO Y NO CUENTES
A NADIE
CÓMO LO ENCONTRASTE.

Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse.
Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás de unas matas lo que sucedía.
El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y entró en su casa..Desde afuera escucharon la tranca de la puerta, y se arrimaron a la ventana para ver la escena.
El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa.
Sus ojos no podían creer lo que veían.
¡Era una montaña de monedas de oro!
Él, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él.
El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas.
Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas:
Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis... y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60... hasta que formó la última pila: 9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa.
“No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
—Me robaron –gritó— me robaron, malditos!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.
Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro “sólo 99”.
“99 monedas. Es mucho dinero”, pensó.
Pero me falta una moneda.
Noventa y nueve no es un número completo –pensaba—. Cien es un número completo pero noventa y nueve, no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que asomaban sus dientes..El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?
Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta.
Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.
Después quizás no necesitara trabajar más.
Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar.
Con cien monedas un hombre es rico.
Con cien monedas se puede vivir tranquilo.
Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
“Doce años es mucho tiempo”, pensó.
Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello.
Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero.
¡Era demasiado tiempo!
Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comida todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender...Vender...Vender...
Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno?
¿Para qué más de un par de zapatos?
Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio, volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del 99...
...Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche.
Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de pocas pulgas..—¿Qué te pasa? –preguntó el rey de buen modo.
—Nada me pasa, nada me pasa.
—Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
—Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente.
No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
—Y hoy cuando hablamos, me acordaba de ese cuento del rey y el sirviente.
Tú y yo y todos nosotros hemos sido educados en esta estúpida ideología: Siempre nos falta algo para estar completos, y sólo completos se puede gozar de lo que se tiene.
Por lo tanto, nos enseñaron, la felicidad deberá esperar a completar lo que falta...
Y como siempre nos falta algo, la idea retoma el comienzo y nunca se puede gozar de la vida...

Pero que pasaría si la iluminación llegara a nuestras vidas y nos diéramos cuenta, así, de golpe que nuestras 99 monedas son el cien por cien del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve que esta es sólo una trampa, una zanahoria puesta frente a nosotros para que seamos estúpidos, para que jalemos del carro, cansados, malhumorados, infelices o resignados.
Una trampa para que nunca dejemos de empujar y que todo siga igual.... eternamente igual!....Cuántas cosas cambiarían si pudiésemos disfrutar de nuestros tesoros tal como están.
            —Pero ojo, reconocer en 99 un tesoro no quiere decir abandonar los objetivos. No quiere decir conformarse con cualquier cosa.
Porque aceptar es una cosa y resignarse es otra.
Pero eso es parte de otro cuento.
Jorge Bucay.






No salir del cascarón quizá proteja tu inocencia,
pero a veces es mejor sacar las penas con franqueza.

Lo peor de una guerra no es perder, no...
Lo más duro, encajar su derrota, y yo lo haré esta vez.

Pregúntale a tu corazón si se hace viejo o no,
pues los años siempre llegarán, la ilusión la tendrás que buscar.
Demuéstrame que no es así, que todo lo invente,
pues la vida solo nos dará todo aquello que has de sembrar...

No sabrás nunca cual es el sabor de la victoria,
sólo tienes que luchar sacando fuerzas de flaqueza.

Lo mejor de la guerra no es vencer, no...
Lo mejor es saber que puedes derrotar a tu rival.

Pregúntale a tu corazón si se hace viejo o no,
pues los años siempre llegarán, la ilusión la tendrás que buscar.
Demuéstrame que no es así, que todo lo invente,
pues la vida solo nos dará todo aquello que has de sembrar...

(Solo)

Fue el ayer quien tatuó sobre tu piel
Cielo azul, hoy tú deseas crecer
Dios, no me permitas caer en la misma tentación

Pregúntale a tu corazón si se hace viejo o no,
pues los años siempre llegarán, la ilusión la tendrás que buscar.
Demuéstrame que no es así, que todo lo invente,
pues la vida solo nos dará todo aquello que has de sembrar...



LOS CONSEJOS DE PATCH ADAMS  01/12/2012


Hunter (Patch) Adams es un médico diferente. No sólo es payaso sino que cree que «curar puede ser un intercambio de amor y no una transacción económica».
En 1963, después de que se suicidara su tío, la madre de Patch le llevó a un hospital psiquiátrico porque también él había tratado de suicidarse. Se encontró en la misma habitación con Rudy, un hombre que sufría alucinaciones y tenía miedo de las ardillas. En lugar de ignorarle, o gritarle para que se callara, Patch decidió jugar con Rudy y pasarlo bien. Logró que Rudy dejara de tener miedo.

Patch descubrió así que era muy fácil relacionarse con cualquiera. Poco después, se fue del hospital y se matriculó en la Universidad de George Washington. Muchas noches, solía pasar su tiempo entre barrotes, averiguando por qué la gente estaba encarcelada. Y así se convirtió también en un manifestante político y en un "objetor concienzudo" de la Guerra de Vietnam. Hoy sigue siendo un activista social. Lucha contra la política de Bush, contra el consumismo,... «Es humillante que una persona que da patadas a un balón gane más que un profesor de colegio», dice Adams.

En su época de estudiante de medicina, Patch empezó a soñar con un lugar donde los pacientes pudiesen ir a curarse sin tener que pagar, un lugar amistoso, alegre, donde nadie temiese estar, no como en los hospitales, que asustan a muchas personas. Patch estudió Medicina para usarla como herramienta de cambio social.

Estaba convencido de que la salud de una persona no se puede separar de la salud de la familia, de la comunidad y del mundo. Y, como consecuencia de esas creencias, Patch Adams y unos amigos fundaron el Gesundheit! Institute , que funcionó como un hospital de comunidad durante 12 años. Más tarde, tuvo dos hijos: el mayor se llama Atomic Zagnut, que nació en 1975, y Lars Zig, que nació en 1989.

Hoy, Patch Adams recoge donativos para el Gesundheit! Se ha convertido en un conferenciante muy solicitado (ver vídeo ), y todo el dinero que consigue por las conferencias (unos 11.000 euros), se invierte en Gesundheit! A cambio, Gesundheit! le paga un sueldo de unos 45.000 euros al año.

También organiza cada año viajes alrededor del mundo con grupos de payasos voluntarios que llevan esperanza, alegría y el juego a huérfanos, pacientes y personas.

Su vida es el tema de la película Patch Adams , interpretada por Robin Williams.
Patch te ofrece unas preguntas. «Toma 10 y llámame por la mañana »:

1. Recoge la basura que encuentres en una zona de tu ciudad; y vigílala. Cuenta lo que has hecho.

2. Sé amable con todos a todas horas. De forma exagerada.

3. Ofrece tu hombro o un masaje de pies en cualquier ambiente.

4. Manifiéstate en favor de la justicia, sin importar lo que cueste.

5. Ve una vez a la semana a una residencia de ancianos a visitar personas, como si fuesen tus amigos.

6. Apaga la tele y conviértete en alguien interesante. Actúa.

7. Considera ser tonto en público. Canta en voz alta. Lleva ropa divertida.

8. Improvisa encuentros informales con vecinos, compañeros de trabajo, extraños, en los que cada uno traiga algo. Trabaja para vivir en familias ampliadas.

10. Pasa tus vacaciones en tu propia ciudad y gasta el dinero en trabajar en proyectos que ayuden a construir tu comunidad.


Para saber... 14/01/2012
 

Para saber el valor de: UN AÑO, pregúntale a un estudiante que ha fracasado su examen final...

Para saber el valor de: UN MES, pregúntale a una madre que dio a luz a un niño prematuro...

Para saber el valor de: UNA SEMANA, pregúntale al editor de un periódico semanal...

Para saber el valor de: UN DIA, pregúntale a un trabajador que cobre diariamente y tiene que alimentar a 10 niños...

Para saber que el valor de: UNA HORA, pregúntale a los enamorados que esperan para encontrarse...

Para saber el valor de: UN MINUTO, pregúntale a la persona que perdió un tren...

Para saber el valor de: UN SEGUNDO, pregúntale a la persona que acaba de sobrevivir un accidente...

Para saber el valor de: UN MILISEGUNDO, pregúntale a la persona que ganó la medalla de oro en las Olimpíadas.

El Alquimista . Paulo Coelho. 11/07/2012

El amor verdadero

[...]
-Quiero quedarme en el oasis-repuso el muchacho-. Ya encontré a Fátima. Y ella, para mí, vale más que el tesoro.
-Fátima era una mujer del desierto-dijo el alquimista-. Sabe que los hombres deben partir para poder volver. Ella ya encontró su tesoro: tú. Ahora espera que tu encuentres lo que buscas.
-¿Y si decido quedarme?
-Serás el consejero del oasis. Tienes oro suficiente como para comprar muchas ovejas y muchos camellos. Te casarás con Fátima y viviréis felices el primer año. Aprenderás a amar el desierto y conocerás cada una de las cincuenta mil palmeras. Verás como crecen, mostrando un mundo siempre cambiante. Y entenderás cada vez más las señales, porque el desierto es el mejor de los maestros.
El segundo año te empezarás a acordar de que existe un tesoro. Las señales empezarán a hablarte insistentemente sobre ello, y tú intentarás ignorarlas. Dedicarás todos tus conocimientos al bienestar del oasis y de sus habitantes. Los jefes tribales te quedarán agradecidos por ello. Y tus camellos te aportarán riqueza y poder.
Al tercer año, las señales continuarán hablando de tu tesoro y tu Leyenda Personal. Pasarás noches enteras andando por el oasis, y Fátima será una mujer triste, porque ella fue la que interrumpió tu camino. Pero tú le darás amor, y ella te corresponderá. Tú recordarás que ella jamás te pidió que te quedaras, porque una mujer del desierto sabe esperar a su hombre. Por eso no puedes culparla. Pero andarás muchas noches por las arenas del desierto y paseando entre las palmeras, pensando que tal vez pudiste haber seguido adelante y haber confiado más en tu amor por Fátima. Porque lo que te retuvo fue tu propio miedo a no volver nunca.

Paulo Coelho


El tren de la vida 17/09/2012


La vida no es más que un viaje por tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.

Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres.

Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable. No obstante, esto no impide a que se suban otras personas que nos serán muy especiales.

Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos amores. De las personas que toman este tren, habrá los que lo hagan como un simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite.

Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.

Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos, pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.
No importa, el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos.

Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan de mejor.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.

El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos donde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia.

Creo que sí. Separarme de algunos amigos de los que me hice en el viaje será dolorido. Dejar a que mis hijos sigan solitos, será muy triste. Pero me afierro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron.

Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera valiosa.
Hagamos con que nuestra estadía en este tren sea tranquila, que haya valido la pena. Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje permanezcan.



Fragmentos de la obra “El vencedor está solo” de Paulo Coelho


Coelho, autor  criticado de ridículo y “banal” en muchas ocasiones. Sin embargo sus obras tienen algo que contagia a millones de adeptos. La realidad aplastante es que es uno de los autores más leídos del mundo con más de 140 millones de libros vendidos en más de 150 países, traducidos a 73 lenguas. La universalidad de sus obras y la capacidad para adaptarse y llegar a cualquier persona, sea cual sea su procedencia habla del contenido intrínseco e inalienable de las personas que expresan sus libros. Sus novelas no hablan de hechos aislados, hablan de la naturaleza humana y de instintos que compartimos todos, sea cual sea la procedencia del lector. Son obras que elevan al ser humano por encima de la superficialidad incesante que nos rodea.

Sinopsis:
Ambientada en el atractivo entorno del festival de Cannes, El vencedor está solo va mucho más allá del lujo y el glamour, y nos aboca a una profunda refl exión acerca de la fuerza de los propios sueños y de cuál es la escala de valores con la que nos medimos. Durante 24 horas seguiremos los pasos de Igor, empresario ruso magnate de las comunicaciones, destrozado por una dolorosa ruptura sentimental, y conoceremos su delirante plan para atraer la atención de su ex mujer. En su camino se cruzarán Gabriela, una joven y ambiciosa actriz; Jasmine, modelo de Ruanda exiliada en Europa; Javits, un productor infl uyente y corrupto; y Hamid, estilista que empezó de cero y está hoy en la cima de su gloria. La aparición de Igor cambiará para siempre las vidas de todos ellos. Un intenso, sincero y bien documentado viaje hacia nuestra constante fascinación por la fama, el éxito y el dinero, que se eleva hasta convertirse en una impactante y necesaria denuncia del lado más superficial, intrascendente y depredador del mundo en que vivimos.
….…….
Con “El vencedor está solo”, que personalmente considero la mejor de sus novelas,  Coelho nos invita a reflexionar sobre la ambición humana y cual inútil puede llegar a ser creer que en la riqueza está el poder o que en el poder está el vencer. Porque solo vence aquel que ha luchado por su destino. Sea cual sea.

“Este mundo no es mi mundo, es mi misión” Letra de canción del grupo Warcry.

Jesús García Muñoz

-Fragmentos-

La eterna espiral viciosa de las modas.

Pero ahí hay gente que piensa que la «moda» lo es todo. Cada seis meses se gastan una fortuna para cambiar un pequeño detalle y seguir en la exclusiva tribu de los ricos. Si visitaran Silicon Valley, donde los multimillonarios dueños de empresas informáticas llevan relojes de plástico y pantalones rotos, se darían cuenta de que el mundo ya no es el mismo. Todos parecen tener el mismo nivel social, nadie presta la menor atención al tamaño de un diamante, la marca de una corbata, el modelo de cartera de cuero. Es más, no hay corbatas ni carteras de cuero en esa región del mundo, pero cerca de allí está Hollywood, una máquina relativamente más poderosa —aunque decadente— que todavía es capaz de hacer que los ingenuos crean en los vestidos de alta costura, en los collares de esmeraldas, en las limusinas gigantes. Y cómo sigue apareciendo en las revistas, ¿a quién le interesa destruir una empresa de billones de dólares de publicidad, venta de objetos inútiles, cambios de tendencias innecesarios, fabricación de las mismas cremas con etiquetas diferentes?

Ridículos. Igor no puede esconder su desprecio hacia aquéllos cuyas decisiones influyen en la vida de millones de hombres y mujeres trabajadores, honestos, que llevan su día a día con dignidad porque tienen salud, un lugar en el que vivir, y el amor de su familia.

Perversos. Cuando todo parece estar en orden, cuando la familia se reúne alrededor de la mesa para cenar, el fantasma de la Superclase aparece, vendiendo sueños imposibles: lujo, belleza, poder. Y la familia se desarraiga.

El padre pasa horas en vela haciendo horas extra para poder comprarle el último modelo de zapatillas deportivas a su hijo y que así no se vea marginado en el colegio. La esposa llora en silencio porque sus amigas llevan ropa de marca y ella no tiene dinero. Los adolescentes, en vez de conocer los verdaderos valores de la fe y la esperanza, sueñan con convertirse en artistas. Las chicas de los pueblos pierden su propia identidad, empiezan a considerar la idea de trasladarse a la gran ciudad y aceptar cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa, con tal de conseguir una determinada joya. Un mundo que debería caminar en dirección a la justicia pasa a girar en torno a lo material, que al cabo de seis meses ya no sirve para nada, hay que renovarlo, lo que hace que se siga manteniendo en la cima del mundo a esas criaturas despreciables que ahora se encuentran en Cannes.

El precio de la fama, el brillo y el glamour.

La que venga al festival debe dejar el miedo en casa y estar preparada para todo: reaccionar sin dudar, mentir siempre que sea necesario, quitarse años, sonreírle a alguien a quien se detesta, fingir interés por personas sin atractivo alguno, decirles «te amo» sin pensar en las consecuencias, apuñalar por la espalda a la amiga que la ayudó en un determinado momento pero que ahora se ha convertido en una competidora indeseable... Caminar hacia adelante, sin remordimientos ni vergüenza. La recompensa merece cualquier sacrificio.
Fama.
Brillo y glamour.
Estos pensamientos irritan a Gabriela. No es la mejor manera de empezar un nuevo día; además, tiene resaca.

Normalidad, inexistente por definición:

Javits mira a su alrededor. Hay un hombre con gafas oscuras tomando un zumo de frutas que parece ajeno a todo lo que lo rodea, mientras contempla el mar como si estuviera lejos de allí. Atractivo, de pelo gris, bien vestido.
Fue uno de los primeros en llegar, debía de saber quién era, pero aun así no hizo ni el menor esfuerzo por presentarse. ¡Además, tenía valor para estar allí solo! La soledad en Cannes es un anatema, es sinónimo de que nadie se interesa por ti, de tu insignificancia o de tu falta de contactos.
Sintió envidia de él. Seguramente no encajaba en la «lista de normalidad» que llevaba siempre en el bolsillo. Parecía independiente, libre, y a Javits le habría gustado mucho hablar con él, pero estaba demasiado cansado para eso.
Se vuelve hacia uno de sus «amigos»:
—¿Qué es ser normal?
—¿Tienes algún cargo de conciencia? ¿Piensas que has hecho algo que no debías?
Javits le hizo la pregunta equivocada al hombre equivocado. Probablemente su compañero pensaría que estaba arrepentido de sus pasos y que desearía comenzar una nueva vida. Nada de eso. Y aunque se arrepintiera, ya era demasiado tarde para volver al punto de partida: conocía las reglas del juego.
—Te estoy preguntando qué es ser normal.
Uno de los «amigos» se queda desconcertado. El otro sigue mirando a su alrededor, vigilando el ambiente.
—Vivir como una de esas personas que no tienen ambición —responde finalmente.
Javits saca la lista del bolsillo y la pone encima de la mesa.
—Siempre llevo esto conmigo. Y voy añadiendo cosas.
El «amigo» le responde que no puede leerla en ese momento, tiene que estar atento a lo que sucede. El otro, sin embargo, más relajado y más seguro, lee lo que está escrito:

Lista de normalidad

1)        Es normal cualquier cosa que nos haga olvidar quiénes somos y qué deseamos, de modo que podamos trabajar para producir, reproducir y ganar dinero.
2)        Tener reglas para una guerra (Convención de Ginebra).
3)        Pasar años haciendo una carrera en la universidad para después no encontrar trabajo.
4)        Trabajar de las nueve de la mañana a las cinco de la tarde en algo que no nos proporciona el menor placer, siempre que al cabo de treinta años la persona pueda jubilarse.
5)        Jubilarse, descubrir que ya no se tiene energía para disfrutar de la vida y morir al cabo de pocos años, de aburrimiento.
6)        Usar Botox.
7)        Entender que el poder es mucho más importante que el dinero, y el dinero es mucho más importante que la felicidad.
8)        Ridiculizar a quien busca la felicidad en vez del dinero, diciendo que es una «persona sin ambición».
9)        Comparar objetos como coches, casas, ropa y definir la vida en función de estas comparaciones, en vez de intentar saber realmente la verdadera razón de estar vivo.
10)      No hablar con extraños. Hablar mal del vecino.
11)      Creer que los padres siempre tienen razón.
12)      Casarse, tener hijos, seguir juntos aunque el amor se haya acabado, alegando que es por el bien de los niños (como si ellos no asistieran a las constantes peleas).
13)      Criticar a todo el mundo que intenta ser diferente.
14)      Despertarse con un despertador histérico junto a la cama.
15)      Creer absolutamente todo lo que se publica.
16)      Usar un trozo de tela colorida anudado al cuello, sin ninguna función aparente, pero que atiende al pomposo nombre de «corbata».
17)      No ser nunca directo en las preguntas, aunque la otra persona entienda lo que queremos saber.
18)      Mantener una sonrisa en los labios cuando se tienen muchas ganas de llorar. Y tener piedad de los que muestran sus propios sentimientos.
19)      Pensar que el arte vale una fortuna, o que no vale absolutamente nada.
20)      Despreciar siempre aquello que no ha sido difícil de conseguir porque no ha habido el «sacrificio necesario» y, por tanto, no debe de tener las cualidades requeridas.
21)      Seguir los dictados de la moda, aunque ésta sea ridicula e incómoda.
22)      Estar convencido de que todos los famosos tienen montones de dinero acumulado.
23)      Invertir mucho en la belleza exterior y preocuparse poco de la interior.
24)      Utilizar todos los medios posibles para demostrar que, aun siendo una persona normal, estás por encima de los demás seres humanos.
25)      En un medio de transporte público, no mirar directamente a los ojos de nadie, de lo contrario, se puede interpretar como una señal de seducción.
26)      Tras entrar en el ascensor, permanecer de cara a la puerta y fingir que vas solo, aunque esté lleno.
27)      No reírse jamás en voz alta en un restaurante, aunque el tema de conversación sea de lo más hilarante.
28)      En el hemisferio norte, usar siempre ropa según la estación del año; brazos descubiertos en primavera (aunque haga mucho frío) y abrigo de lana en otoño (aunque haga calor).
29)      En el hemisferio sur, adornar el árbol de Navidad con algodón, aunque el invierno nada tenga que ver con el nacimiento de Cristo.
30)      A medida que envejecemos, creerse dueño de toda la sabiduría del mundo, aunque no hayas vivido lo suficiente como para saber lo que está mal.
31)      Acudir a un acto benéfico y pensar que con eso ya has colaborado lo suficiente como para acabar con las desigualdades sociales en el mundo.
32)      Comer tres veces al día, incluso sin tener hambre.
33)      Creer que los demás siempre son mejores en todo: más guapos, más capaces, más ricos, más inteligentes. Es arriesgado aventurarse más allá de los propios límites, mejor no hacer nada.
34)      Utilizar el coche como un arma y una armadura invencible.
35)      Soltar improperios cuando se conduce.
36)      Creer que todo lo que tu hijo hace mal es por culpa de las compañías que ha escogido.
37)      Casarse con la primera persona que te proporcione una posición social. El amor puede esperar.
38)      Decir siempre «lo he intentado», aunque no hayas intentado absolutamente nada.
39)      Dejar las cosas más interesantes de la vida para cuando ya no se tienen fuerzas.
40)      Evitar la depresión con dosis diarias y densas de programas de televisión.
41)      Creer que es posible estar seguro de todo lo que has conseguido.
42)      Pensar que a las mujeres no les gusta el fútbol, y que a los hombres no les gusta la decoración ni la cocina.
43)      Culpar al gobierno de todo lo malo que sucede.
44)      Estar convencido de que ser una buena persona, decente, respetuosa, significa que los demás van a pensar que eres débil, vulnerable y fácilmente manipulable.
45)      Estar convencido también de que la agresividad y la descortesía en el trato con los demás son sinónimos de una personalidad poderosa.
46)      Tener miedo de la fibroscopia (hombres) y del parto (mujeres).

La fórmula universal del éxito

Finalmente, el texto está casi listo: en ese momento, el productor pide que se retiren las referencias políticas que puedan ocasionar problemas ante un público más conservador, que se añadan más besos porque a las mujeres les gustan. Que la historia tenga presentación, nudo y desenlace, y un héroe que provoque las lágrimas del público con su sacrificio y su dedicación. Que alguien pierda a la persona amada al principio de la película y la vuelva a encontrar al final. En el fondo, la gran mayoría de los guiones se pueden resumir con una simple línea: Un hombre ama a una mujer. El hombre pierde a la mujer. El hombre recupera a la mujer. El 90 por ciento de las películas son variaciones de esta misma línea. Las películas que huyen de esta regla tienen que tener mucha violencia para compensar, o muchos efectos especiales para agradar al público. Y la fórmula, comprobada ya miles de veces, es la que siempre triunfa; por tanto, es mejor no correr riesgos.

La supervivencia del más apto:

Dos minutos después, Gibson la interrumpe:
—Perfecto, todo eso ya lo sabemos por tu curriculum. ¿Por qué no nos hablas de ti?
Alguna barrera se rompe en su interior sin avisar. En vez de sentir pánico, su voz ahora suena más calmada y firme.
—Soy una más de entre los millones de personas en el mundo que siempre han soñado con estar en este yate, mirando al mar, hablando sobre la posibilidad de trabajar al menos con uno de vosotros. Y ambos sois conscientes de ello. Aparte de eso, creo que no hay nada que pueda decir que vaya a cambiar algo. ¿Si estoy soltera? Sí. Como toda mujer soltera, tengo a un hombre enamorado, que en este momento me espera en Chicago y que está deseando que todo me salga mal.
Ambos se ríen. Ella se relaja un poco más.
—Quiero luchar hasta donde sea posible, aunque sé que estoy casi al límite de mis posibilidades, ya que mi edad empieza a ser un problema para los cánones del cine. Sé que hay mucha gente con el mismo talento o incluso más que yo. Me han escogido, no sé muy bien para qué, pero he decidido aceptar sea lo que sea. Puede que ésta sea mi última oportunidad, y puede que el hecho de decir esto ahora disminuya mi valor; sin embargo, no tengo elección. Durante toda mi vida me he imaginado un momento como éste: participar en una prueba, que me escogieran y poder trabajar con profesionales de verdad. Este momento ha llegado. Si no fuera más allá de esta reunión, si volviera a casa con las manos vacías, al menos sabría que he llegado hasta aquí gracias a dos cosas que creo que tengo: integridad y perseverancia.

»Soy mi mejor amiga y mi peor enemiga. Antes de venir aquí pensaba que no me merecía nada de esto, era incapaz de corresponder a lo que se esperaba de mí y creía que seguramente se habían equivocado al elegirme como candidata. Al mismo tiempo, otra parte de mi corazón me decía que estaba siendo recompensada porque no había desistido, porque había tomado una decisión y había llegado hasta el final de la lucha.

Desvió la mirada de ambos; de repente, sintió unas terribles ganas de llorar, pero se controló porque eso podría interpretarse como un chantaje emocional. La bonita voz de la Celebridad interrumpió el silencio:
—Como en cualquier otro sector, aquí también hay personas honestas que valoran el trabajo profesional. Es por eso por lo que he llegado hasta donde estoy hoy. Y lo mismo pasó con nuestro director. Yo pasé por la misma situación que tú estás viviendo ahora. Sabemos lo que sientes.         Toda su vida hasta ese momento desfiló por delante de sus ojos. Todos los años que buscó sin encontrar, que llamó sin que la puerta se abriera, que pidió sin oír siquiera una palabra como respuesta; simplemente la indiferencia, como si no existiera para el resto del mundo. Todos los «no» que había oído cuando alguien se dio cuenta de que sí, ella estaba viva, y merecía al menos saber algo.

«No puedo llorar.»

Toda la gente que le había dicho que perseguía un sueño inalcanzable y que, si ahora todo salía bien, le dirían: «¡Sabía que tenías talento!» Sus labios empezaron a temblar: era como si todo eso estuviera saliendo de repente de su corazón. Estaba contenta por tener el valor de mostrarse humana, frágil, y eso suponía una gran diferencia para su alma. Si ahora Gibson se arrepentía de la elección, podría subir a la lancha de regreso sin arrepentirse lo más mínimo; en el momento de la lucha, había demostrado que tenía valor.

Dependía de los demás. Le había costado mucho aprender esa lección, pero por fin había entendido que dependía de los demás. Conocía a gente que se enorgullecía de su independencia emocional, aunque en realidad eran tan frágiles como ella, lloraban a escondidas, nunca pedían ayuda. Creían en una regla no escrita, que afirma que «el mundo es para los fuertes», que «sólo sobrevive el más apto». Si así fuera, los seres humanos no existirían porque forman parte de una especie que hay que proteger durante un largo período. Su padre le había contado una vez que no alcanzamos cierta capacidad para sobrevivir hasta después de los nueve años de edad, mientras que a una jirafa no le lleva más que cinco horas, y una abeja ya es independiente antes de que pasen cinco minutos.

Si quieres salvar el planeta realmente, no lo salves, simplemente “no dejes que se destruya”.

No es exactamente así: todo empieza cuando las compañías que rastrean las tendencias del mercado, conocidas como estudios de mercado (en francés, «cabinets de tendence»; en inglés, «trend adapters»), notan que un determinado estrato social de la población se interesa más por determinados asuntos que por otros, y eso no tiene absolutamente nada que ver con la moda. Ese estudio se hace basándose en encuestas hechas a los consumidores, monitorización por estadísticas, pero, sobre todo, a través de la observación cuidadosa de un ejército de personas —generalmente de entre veinte y treinta años— que frecuentan discotecas, caminan por las calles, leen todo lo que se publica en los blogs de Internet. Jamás ven los escaparates, aunque sean de marcas reputadas; lo que hay en ellos ya ha llegado al gran público, y está condenado a morir.

Lo que los genios de los estudios de tendencias quieren saber exactamente es: ¿cuál será la siguiente preocupación o curiosidad del consumidor? Los jóvenes, al no tener dinero suficiente para consumir productos de lujo, se ven obligados a inventar nuevos estilos. Como viven pegados al ordenador, comparten sus intereses con otros, y muchas veces eso acaba convirtiéndose en una especie de virus que contagia a toda la comunidad. Los jóvenes influencian a sus padres en la política, en la lectura, en la música, y no al revés, como piensan los ingenuos. Por otro lado, ellos influyen en los jóvenes en eso que llaman «sistema de valores». Aunque los adolescentes sean rebeldes por naturaleza, siempre piensan que la familia tiene razón; pueden vestirse de manera rara y gustarles cantantes que sueltan aullidos y destrozan guitarras, pero eso es todo. No tienen valor para seguir adelante y provocar una verdadera revolución de costumbres.

«Ya lo hicieron en el pasado. Pero menos mal que esa ola pasó y volvió al mar.»Porque en este momento los estudios de tendencias demuestran que la sociedad se dirige hacia un estilo más conservador, lejos de la amenaza que significaron las sufragistas (mujeres de principios del siglo xx que lucharon por conseguir el derecho al voto femenino), o los peludos y antihigiénicos hippies (un grupo de locos que un día creyó que vivir únicamente de la paz y el amor libre era posible).


En 1960, por ejemplo, un mundo envuelto en las sangrientas guerras del período poscolonial, aterrado ante el peligro de una bomba atómica y, al mismo tiempo, en plena prosperidad económica, necesitaba desesperadamente un poco de alegría. De la misma manera que Christian Dior había entendido que la esperanza de la abundancia estaba en el exceso de tejidos, los estilistas buscaron una combinación de colores que levantara el estado de ánimo general: llegaron a la conclusión de que el rojo y el violeta podían calmar y provocar al mismo tiempo.

Cuarenta años más tarde, la visión colectiva había cambiado por completo: el mundo ya no estaba bajo la amenaza de la guerra, sino de problemas medioambientales: los estilistas optaron por colores vinculados a la naturaleza, como la arena del desierto, los bosques, el agua del mar. Entre un período y otro surgen y desaparecen varias tendencias: psicodélica, futurista, aristocrática, nostálgica.

Antes de que se definan las grandes colecciones, los estudios de mercado ofrecen un panorama general del estado de ánimo del mundo. Y en la actualidad, parece que el tema central de las preocupaciones humanas —a pesar de las guerras, del hambre en África, del terrorismo, de la falta de respeto hacia los derechos humanos y de la arrogancia de algunas naciones desarrolladas— es cómo vamos a salvar a nuestra pobre Tierra de las muchas amenazas que se han creado en la sociedad.

«Ecología. Salvar el planeta. Qué ridiculez.»

Hamid sabe que no sirve de nada luchar contra el inconsciente colectivo. Los tonos, los accesorios, los tejidos, los supuestos actos benéficos de la Superclase, los libros que se publican, la música que suena en la radio, los documentales de ex políticos, las nuevas películas, el material que se usa para hacer zapatos, los sistemas de abastecimiento de coches, los abajo firmantes para los congresistas, los bonos que venden los mayores bancos del mundo, todo parece estar concentrado en una sola cosa: salvar el planeta. Se están creando fortunas de la noche a la mañana, las grandes multinacionales consiguen espacios en la prensa gracias a alguna que otra acción irrelevante en esa área, organizaciones no gubernamentales sin escrúpulos ponen anuncios en poderosas cadenas de televisión y reciben cientos de millones de dólares en donaciones, porque todos parecen absolutamente preocupados por el destino de la Tierra.

Cada vez que veía en los periódicos o en las revistas a los políticos de siempre utilizando el calentamiento global o la destrucción del medio ambiente como plataforma para sus campañas electorales, pensaba para sí: «¿Cómo podemos ser tan arrogantes? El planeta fue, es y será siempre más fuerte que nosotros. No podemos destruirlo; si traspasamos una determinada frontera, nos eliminará por completo de su superficie, y seguirá existiendo. ¿Por qué no hablan de "no dejar que el planeta nos destruya"?»

Porque «salvar el planeta» da sensación de poder, de acción, de nobleza. Mientras que «no dejar que el planeta nos destruya» puede conducirnos a la desesperación, a la impotencia, a la verdadera dimensión de nuestras pobres y limitadas capacidades.

La triste realidad:

Todos los jóvenes tienen el mismo sueño: salvar el mundo. Algunos lo olvidan rápidamente, convencidos de que hay otras cosas importantes que hacer, como formar una familia, ganar dinero, viajar y aprender una lengua extranjera. Otros, sin embargo, deciden que es posible tomar parte en algo que suponga una diferencia en la sociedad y en la manera en que el mundo les será entregado a las generaciones futuras.

Y empieza la elección de profesión: políticos (que al principio siempre desean ayudar a la comunidad), activistas sociales (que creen que el crimen se debe a la diferencia de clases), artistas (que creen que todo está perdido, que hay que empezar de cero) y... policías.

Aceptar tu naturaleza

Comprendió que, contrariamente a lo que todos pensaban, el poder absoluto es sinónimo de esclavitud. Cuando se llega ahí, ya no se quiere salir. Siempre hay una nueva montaña que conquistar. Siempre hay un competidor al que vencer o superar. Junto a otras dos mil personas, él formaba parte del club más exclusivo del mundo, que se reúne una vez al año en Davos, Suiza, en el Foro Económico Mundial; todas eran más que ricas, millonarias, poderosas. Y todas ellas trabajaban desde la mañana hasta la noche con el objetivo de querer llegar siempre más lejos, sin cambiar nunca de tema: adquisiciones, bolsas de valores, tendencias de mercado, dinero y más— dinero. 

Trabajar no porque se necesitase algo, sino porque se creían necesarios; debían alimentar a miles de familias, creían que tenían una enorme responsabilidad para con sus gobiernos y para con sus socios. Trabajaban pensando honestamente que estaban ayudando al mundo, lo que podía ser verdad, pero el pago exigido eran sus propias vidas.


Al día siguiente hizo algo que siempre había detestado: buscó un psiquiatra; debía de haber algo que estaba mal. Entonces descubrió que tenía una enfermedad bastante común entre aquellos que habían alcanzado algo que parecía fuera de los límites de una persona común. Era un trabajador compulsivo, un workaholic, palabra con la que se denomina este tipo de desorden. Los trabajadores compulsivos, dijo el psiquiatra, cuando no están involucrados en los desafíos y los problemas de su compañía, corren el riesgo de caer en una profunda depresión.
—Un desorden cuyo motivo todavía no conocemos, pero que está asociado a la inseguridad, a ciertos miedos infantiles, a una realidad que se pretende negar. Es algo tan serio como la adicción a las drogas, por ejemplo.
»Pero, al contrario que éstas, que disminuyen la productividad, el trabajador compulsivo acaba contribuyendo enormemente a la riqueza de su país. Por tanto, a nadie le interesa que se cure.
—¿Y cuáles son las consecuencias?
—Usted debe de saberlo, por eso ha venido en mi busca. La más grave es la destrucción de la vida familiar. En Japón, uno de los países donde la enfermedad se manifiesta con más frecuencia y a veces con consecuencias fatales, hay varios procedimientos para controlar la obsesión.
En los dos últimos años de su vida, no recordaba haber escuchado a nadie con el mismo respeto que le dedicaba al hombre de gafas y bigote que estaba sentado enfrente de él.
—Entonces puedo pensar que hay una solución para esta enfermedad.
—Cuando un trabajador compulsivo va en busca de la ayuda de un psiquiatra es porque está preparado para curarse. De cada mil casos, sólo uno se da cuenta de que necesita ayuda.
—Necesito ayuda. Tengo dinero suficiente...
—Ésas son las palabras típicas de un trabajador compulsivo. Sí, sé que tiene dinero suficiente, como todos los demás. Sé quién es usted; he visto fotos suyas en fiestas benéficas, en congresos, y en una audiencia privada con nuestro presidente... Él también tiene los mismos síntomas de ese desorden, dicho sea de paso.
»E1 dinero no es suficiente. Quiero saber si tiene la voluntad necesaria.
Igor pensó en Ewa, en la casa en las montañas, en la familia que le gustaría formar, en los cientos de millones de dólares que tenía en el banco. Pensó en su prestigio y en su poder en ese momento, y en lo difícil que sería abandonarlo todo.
—No le estoy sugiriendo que abandone por completo lo que hace —añadió el psiquiatra, como si pudiera leer su pensamiento—, Le estoy diciendo que use su trabajo como fuente de alegría, y no como una obsesión compulsiva.

Y Aceptar tu naturaleza también

Incluso el Rey de Reyes, Jesucristo, tuvo que enfrentarse a la misma prueba por la que Igor está pasando ahora: la tentación del demonio. Tiene que agarrarse con uñas y dientes a su fe para no flaquear en la misión que le ha sido encomendada.

El demonio le pide que se detenga, que perdone, que abandone. El demonio es un profesional de primera, y asusta a los débiles con sentimientos de miedo, preocupaciones, impotencia, desesperación.

En el caso de los fuertes, las tentaciones son mucho más sofisticadas: buenas intenciones. Eso fue lo que hizo con Jesús cuando lo encontró en el desierto: le sugirió que convirtiese las piedras en alimento. De ese modo, no sólo podría saciar el hambre, sino también la de todos aquellos que imploraban algo para comer. Jesús, sin embargo, reaccionó con la sabiduría que era de esperar del Hijo de Dios. Le respondió que no sólo de pan vive el hombre, sino también de todo aquello que proviene del Espíritu.

Buenas intenciones, virtud, integridad, ¿qué es eso exactamente? Personas que decían ser íntegras porque obedecían a su gobierno terminaron construyendo campos de concentración en Alemania. Médicos que estaban convencidos de que el comunismo era un sistema justo firmaron partes de locura y mandaron al exilio de Siberia a todos los intelectuales que estaban en contra del régimen. Los soldados van a la guerra a luchar en nombre de un ideal que apenas conocen, llenos de buenas intenciones, virtud, integridad.

No es nada de eso. El pecado, para el bien, es una virtud; la virtud, para el mal, es un pecado.

El efecto Lucifer:

«Mi marido ha perdido la razón. No sé si es por la guerra o por la tensión causada por el exceso de trabajo, pero cree que puede entender los designios de Dios. Antes de decidir marcharme, busqué a un psiquiatra para poder entenderlo mejor, para ver si era posible salvar nuestra relación. No entré en detalles para no comprometerlo, y no voy a entrar en detalles ahora contigo. Pero creo que sería capaz de hacer cosas terribles si creyera que está haciendo el bien.

»E1 psiquiatra me explicó que mucha gente generosa, que se compadece por sus semejantes, es capaz de cambiar de actitud de un momento a otro. Se han hecho algunos estudios al respecto y denominan a este cambio el "efecto Lucifer", el ángel más amado por Dios, que quiso ejercer el mismo poder que Él.»«¿Y a qué se debe?», pregunta entonces otra voz femenina.

Pero, al parecer, no calcularon bien el tiempo de grabación, pues la cinta termina ahí.

Primero inseguridades, más tarde un grifo seco de ilusiones. ¿Dónde está el término medio?

No hay mesas vacías; el local está lleno, todo el mundo va de esmoquin o vestido largo. Todos hablan en voz baja; eso si hablan, porque la mayoría tienen los ojos fijos en el océano que se ve a través de las grandes vidrieras. Aunque es su primera vez en un sitio como ése, nota un sentimiento palpable, inconfundible, que planea sobre todas esas cabezas coronadas: un profundo tedio.

Todos han participado en cientos, miles de fiestas como ésa. Antes se preparaban para la excitación de lo desconocido, de encontrar un nuevo amor, de hacer contactos profesionales importantes, pero ya han llegado a la cima de su carrera, ya no hay desafíos, sólo les queda comparar un yate con otro, las joyas propias con las de la vecina, los que están sentados en las mesas más cercanas a las vidrieras con los que están más lejos, señal inconfundible del estatus superior del primer grupo. Sí, ése es el fin de la línea: tedio y comparación. Tras décadas intentando llegar a donde están ahora, parece que no les ha quedado absolutamente nada, ni siquiera el placer de contemplar otra puesta de sol en un lugar como ése.

¿Qué piensan esas mujeres, tan ricas, silenciosas y distantes de sus maridos?

Edad.

Tienen que volver a cierto cirujano plástico y rehacer lo que el tiempo va consumiendo. Gabriela sabe que eso también le pasará a ella algún día y, de repente —puede que por culpa de todas las emociones de ese día, que termina de una manera tan diferente de como empezó—, nota que vuelven los pensamientos negativos.

De nuevo la sensación de terror mezclada con alegría. Una vez más, el sentimiento de que, a pesar de toda su lucha, no merece lo que le está pasando; simplemente es una chica que se esfuerza en su trabajo, pero que no está preparada para la vida. No conoce las reglas, está yendo más allá de lo que el buen juicio le dicta, ese mundo no le pertenece, y jamás conseguirá formar parte de él. Se siente desamparada, no sabe exactamente qué ha ido a hacer a Europa; no hay nada de malo en ser actriz en el interior de Estados Unidos, haciendo lo que le gusta y no lo que otros le imponen. Quiere ser feliz y no está segura de ir por el buen camino.

El sexo de los ángeles. Capaz de todo, incluso de vencer.

Su compañera se tumbó en la cama, a su lado, y apoyó la cabeza en su regazo.
—El que me hizo ver todo esto fue un extranjero que conocí esta noche, mientras estaba allí, perdida en medio de la multitud, sin saber qué decir. Le pregunté qué hacía en la fiesta; me respondió que había perdido a su amor, que había venido a buscarla, y que ya no estaba seguro de querer precisamente eso. Me pidió que mirara a mi alrededor: estábamos rodeados de personas llenas de seguridad, de gloria, de conquistas. Comentó: «No se están divirtiendo. Creen que han llegado a la cima de sus carreras, y la inevitable bajada los asusta. Han olvidado que todavía les queda todo el mundo para conquistar, porque...»
—...porque se han acostumbrado.
—Exacto. Tienen muchas cosas y pocas aspiraciones. Están llenos de problemas resueltos, proyectos aprobados, empresas que prosperan sin necesidad de ninguna interferencia. Ahora sólo les queda el miedo al cambio, y por eso van de fiesta en fiesta, de reunión en reunión, para no tener tiempo para pensar. Para ver a la misma gente, y pensar que todo sigue igual. Las seguridades han sustituido a las pasiones.
—Quítate la ropa —le dice su compañera, intentando evitar cualquier comentario.
Jasmine se levanta, se quita la ropa y se mete debajo de las mantas.
—Desvístete tú también. Y abrázame. Necesito que me abraces, porque hoy creí que me ibas a dejar marchar.
Su compañera también se quita la ropa y apaga la luz. Jasmine se queda dormida en seguida entre sus brazos. Permanece despierta algún tiempo mirando al techo, pensando que, a veces, una chica de diecinueve años, con su inocencia, puede ser más sabia que una mujer de treinta y ocho. Sí, por más que lo temiese, por más insegura que se sintiera en ese momento, se vería forzada a crecer. Tendrá un poderoso enemigo al que enfrentarse: seguro que HH va a ponerle todas las dificultades posibles para no dejarla participar en la Semana de la Moda, en octubre. Primero, insistirá en comprarle la marca. Como eso va a ser imposible, intentará desacreditarla delante de la federación, diciendo que no cumplió su palabra.

Los meses siguientes serían muy difíciles.

Pero lo que ni HH ni nadie más sabe es que ella tiene una fuerza absoluta, total, que la ayudará a superar todas las dificultades: el amor de la mujer que ahora dormía entre sus brazos. Por ella, lo haría absolutamente todo, salvo matar.Con ella sería capaz de todo, incluso de vencer.

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