domingo, 27 de enero de 2013

El poder curativo del Arte


Si algo es cierto es que los límites entre “estar loco” y “no estarlo” son muy difusos, no existen, es un continuo. Todos presentamos pequeños síntomas y periodos de demencia a lo largo de nuestra vida. Y la creatividad y la capacidad artística bien se asientan en esos periodos.

El verdadero poder de la música radica en el hecho de que puede ser “fiel” a la vida de los sentimientos de un modo en el que el lenguaje no puede serlo, pues sus formas significantes poseen esa ambivalencia de contenido que no pueden tener las palabras…La música es reveladora allí dónde las palabras son oscuras, porque puede tener no sólo un contenido sino un juego transitorio de contenidos. Puede articular sentimientos sin atarse a ellos…La atribución de significados es un juego cambiante, caleidoscópico, probablemente debajo del umbral de la conciencia y sin duda fuera de los límites del lenguaje discursivo”

(Susan Langer, citada por Gardner; H. 1987, Arte, mente y cerebro, 73 y por Barragán R. J.M. Arteterapia. Dinámicas entre creación y procesos terapéuticos 2006).



Los orígenes del Arteterapia

El marqués de Sade entre 1803 y 1813 bien se convertiría en el percusor de toda una nada convencional, si no controvertida, metodología para calmar las que entonces se entendían como “enfermedades mentales”. Sade,  obeso, muy mayor y mermado por una hernia coordinaba espectáculos mensuales de representaciones públicas. Según el marqués “Los espectáculos son placeres inconscientes que tienen la finalidad de despertar el espíritu de los infortunados que la cruel enfermedad de la demencia había abolido”

No obstante, entonces; el arte, el teatro o cualquier otra forma de expresión creativa eran mucho menos importantes que centrarse en extirpar la locura de la persona como si de un deteriorado hígado se tratara. Era visto como, únicamente, una vía de escape para el enfermo, para mantenerle entretenido; mientras que los prestigiosos psiquiatras ideaban curas infalibles que nunca llegaron…y a decir verdad, aún hoy, se discute si en verdad existen.

Al fin y al cabo si algo es cierto es que los límites entre “estar loco” y “no estarlo” son muy difusos, no existen, es un continuo. Todos presentamos pequeños síntomas y periodos de demencia a lo largo de nuestra vida. Y la creatividad y la capacidad artística bien se asientan en esos periodos. Los arteterapeutas, entonces, piensan;  ¿Si entonces esas crisis mentales son algo, que en principio, puede conllevar grandes creaciones artísticas, porqué no convertirlo en un motivo de reto y superación? ¿Por qué no hacer eso en lugar de ver las crisis mentales cómo algo intrusivo, incómodo que nunca debió de estar ahí, algo a borrar cuanto antes de nuestra vida y de nuestro recuerdo? ¿Por qué no ver las crisis cómo una oportunidad de crecimiento personal, de desarrollo y de transformación positiva de la propia identidad?

Porqué si también algo es cierto, aunque no solo psiquiatras amantes de las pastillas sino también psicólogos amantes del “cambio” se empeñen en obviarlo, es que el 90% de nuestro funcionamiento cerebral es inconsciente. Inconsciente para el que las intervenciones basadas en el dialogo verbal corrector (modificando la forma catastrófica de expresarse de la persona) centrado en el presente del cliente se quedan cortas. Inconsciente para el que en muchas ocasiones las modernas, convencionales (e incontestablemente más eficientes a gran escala)  terapias actuales se quedan escasas o incluso pueden llegar a ser perjudiciales. He aquí dónde todo lo subjetivo, lo abstracto y lo criticado por conjugar aplicaciones psicológicas sin base empírica pueden tomarse la revancha en la cancha del respeto. He aquí dónde tiene su espacio de juego el arteterapia.




Un caso verídico

“Es la historia de unos padres que querían tener un hijo. Por fin la mamá espera un hijo. Nace el niño pero es un monstruo horroroso. Los padres lo llevan al zoo y es una lástima porque bajo la piel del monstruo había un hermoso niño, pero ellos no lo sabían”

Este es un fragmento de un relato en una arteterapia de un niño de 5 años con parálisis cerebral (lesión neurológica invalidante) pero que poseía una gran inteligencia y capacidad lingüística. A esto se le sumaba una conciencia aguda de su discapacidad. Paradójicamente lo que no revelaba su apariencia lo reveló ese relato que acabó siendo la prueba de un verídico historial de un chaval bastante rechazado por sus padres.

La problemática que se deduce es que las palabras pueden acarrear hechos graves (las palabras de hermanos, familiares o incluso las de un terapeuta) pueden provocar huidas o violencia por ejemplo. Por tanto una terapia en primera persona parece contraindicada en ciertos casos, sin embargo, un grupo terapéutico significa que no le va a hacer hablar de intimidades o secretos, ajenos de la manipulación de otras personas.

No se trata de prescindir de la palabra sino de utilizarla como soporte sin correr el riesgo de provocar efectos no deseados.



¿Cómo se cura con arte?

El arteterapeuta toma las vulnerabilidades de las personas significando estas su principal material de trabajo. Pero el arteterapeuta, a diferencia de los más modernos y convencionales que prefieren invitar activamente a la persona a huir del victimismo desde la primera sesión, se convierte en un mediador más pasivo, menos intrusivo y más distante, que acompaña a la persona en un recorrido simbólico que deberá pasar de un “yo” en primera persona a un “él” en tercera (bastante  menos culpabilizador y más liberador  para la persona) de manera que dicho recorrido se transforme en un método de expresión libre (que lejos de constreñir el victimismo o la emocionalidad juega con ellas) y sin miedos reflejo de sus dolores o de su violencia, de sus locuras pero también de sus alegrías. De esta manera se transforman los obstáculos en pruebas o retos de la gesta de un héroe autocreado con el que se identifica la persona y sobre el que vuelca su problematización más profunda. El objetivo es permitir a la persona ser un poco más dueña de su propio destino.

¿Cómo lo hace? Usando todo tipo de medios artísticos, escénicos y expresivos; la música, el baile, el uso de máscaras, la escritura narrativa, la invención de ficciones, la pintura, las marionetas, el teatro…

Y es que en este mundo en el que las grandes cuestiones han pasado a un segundo plano, el arte se convierte en uno de los últimos bastiones para poder abordar misterios.

¿A quienes va dirigida la terapia? A discapacitados, a adolescentes con crisis de identidad y autoestima, a personas marginadas o excluidas, a objetos, sujetos u observadores de violencia o a cualquier persona cuyo caso y características precise de una terapia que no da la espalda a fundamentos más psicoanalíticos. Eso sí, sin dejar de tener como objetivo en todo momento una evolución positiva de la persona y nunca fatalista.




El fin de los significados. El fin de los porqués.

¿Por qué? La gran pregunta por antonomasia que ha creado y  sigue creando dolores de cabeza al ser humano. Se ha confundido correlación y causalidad, comprensión y explicación, eficacia de una práctica y veracidad de los presupuestos, sentido y significado, caminar y camino, metáfora y verdad.

Se pretendió y se sigue pretendiendo que la terapia sea una ciencia exacta, y en mi opinión va camino de conseguirlo, en la misma medida en que nosotros vamos siendo cada vez más “exactos” y menos teatrales; más accesibles a un tipo de terapia cómo moldeamiento necesario ante unas circunstancias acuciantes y negativas. No obstante, también el psicoanálisis buscando causas en el pasado del ser humano ignoró que la vida bien no deja de ser una génesis en el que nada tiene porqué ser cómo era antes o bien ser un guión en el que todo este escrito (o deba estarlo) y en la que para llegar al bienestar o la realización personal baste con representar dicho guión fielmente.

A base de demostraciones intelectuales el ser humano ha perdido el cuerpo (y el poder de la expresión corporal) por aislamiento del cerebro o, en el otro extremo, a fuerza de contrarrestar la mentalización, se ha perdido en su cuerpo cómo única instancia para el “insight” (término actual equivalente a las anteriores “revelaciones” ya obsoletas) Mitificar la conciencia ha sido el fundamento de ideologías que se han disecado en dogmas que confunden la búsqueda de espiritualidad con rituales que han perdido sus ritos.

El arteterapia no responde a ningún porqué sino que propone una metodología para un recorrido del “ser” en el presente por un espacio simbólico hacia un porvenir imprevisible y que se conforma con orientarlo hacia un “ser mejor”.

“Ocurre cómo si el individuo lanzara una especie de proyección onírica de la que el soñador se aprovecha, para seguir avanzando siguiéndose a sí mismo. El objetivo del arteterapia no es explicar el pasado sino abrir a anticipaciones imaginarias de sí, por medio de representaciones visuales, auditivas, cenestésicas…de las que la persona sigue la evolución hasta que inconscientemente elija una obra como modelo de identificación.”(J.P. Kein. Arteterapia)

Dotar a las personas de un papel en la obra de la vida

En definitiva, el arteterapia permite un abordaje de auténticas heridas, obsesiones, depresiones, vulnerabilidades o motivos de ansiedad que suelen forman parte de la trama interna de las grandes obras. 

Mediante una metaforización precavida y sin riesgos convierte al paciente en artista con expectativas de un futuro y destino de los que , ahora sí, es dueño. Futuros y destinos no tan buenos por mejor adaptados a su entorno cómo buenos por dotar de una esencia y sentido (que no significado) a su vida. Vida no tanto más perfeccionada cómo con sentido. Un sentido y un papel no menos necesario en este gran teatro que es el mundo en esta gran obra que es nuestra vida. Demos color pues.

“Debo de ser el único de mi especie que ha dominado y transformado en potencia creadora, gloria y jubilo una enfermedad mental tan grave” .Salvador Dalí




Jesús García Muñoz


Fuentes:


Franciso J.Coll Espinosa (Coor.)Arteterapia.Dinámicas entre creación y procesos terapéuticos.Universidad de Murcia (2006).

Jean-Pierre Klein. Arteterapia. Una introducción. Octaedro. (2006).

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